Señor presidente le recordamos que los niños son el mañana de la patria

Campos Ortega Romero

El Día del Niño comienza con la Declaración de Ginebra en el año 1924, cuando fue enunciado los Derechos del Niño para garantizar sus derechos debido a su falta de madurez física y mental para protegerse. Este enunciado fue reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) propuso en 1954 la Declaración de los Derechos de los Niños siendo aprobada el 20 de noviembre de 1959. El Ecuador fue el primer país en América Latina y el tercer país en el mundo en haber ratificado la convención y  desde allí se celebra el 1 de junio de cada año. En este día mundial se recuerda que todos los niños tienen derecho a la salud, educación y protección, independientemente del lugar que hayan nacido. 

Efectivamente, las miradas se vuelven hacia los niños con la realización de actos especiales,  publicitando  los derechos del niño, agasajos, discursos, y ofrecimientos en el ámbito oficial. Entonces se habla con elocuencia, -en el caso de la niñez- “capital humano potenciado hacia el futuro”, “actores y conductores directos de las sociedades venideras”. Se citan datos y se deplora la insuficiencia en la cobertura de sus necesidades a pesar de los esfuerzos desplegados, se “rasgan vestiduras” y se formulan, claro está, propósitos de enmienda y nuevos ofrecimientos. Olvidando los verdaderos derechos como el de la salud, la educación, derecho a una vida digna.

Luego viene nuevamente la rutina con su carga de papel, -combustible de la burocracia-, con sus presiones, su orden de prioridades, sus intereses políticos  creados, sus cortapisas, sus buenas intenciones y la celebración  no pasa de ser eso: una celebración. Desgraciadamente este suceso se repite, seguramente en todos los países atrasados, agobiados ciertamente por el peso de la pobreza y, por ende, de la dependencia que les impone otro tipo de prioridades, alejadas de lo social. Parafraseando a Franco de Vita, no basta, hacerle sentir en este día, -día del niño-, como un mendigo que extiende la mano en busca de pan y abrigo. No basta.

Para ello se hace necesario pensar en una nueva forma de conceptualizar y evaluar el Desarrollo Humano. Para lograr esta acción, es obligatorio recordar el paradigma del economista pakistaní Mahbub ul Haq, cuando manifiesta: “se puede decir que el paradigma del Desarrollo Humano es el más holístico modelo de desarrollo humano que existe en la actualidad. Abarca todos los temas de desarrollo, incluyendo el crecimiento económico, la inversión social, el empoderamiento de la gente, la atención de las necesidades básicas de la provisión de redes de protección, las libertades políticas y culturales y todos los demás aspectos de las gentes. Esta propuesta, no es ni estrechamente tecnocrática ni excesivamente filosófica. Es una reflexión práctica de la vida misma”.

Lo cierto es que para Mahbub ul Haq, el paradigma del desarrollo humano tiene componentes esenciales: equidad, -en el sentido de que debe existir igualdad de oportunidades para todas las personas-, sustentabilidad: -asegurando que las futuras generaciones gocen del mismo bienestar que las presentes-, productividad: -invertir en los niños y promover un ambiente favorable para que ellos puedan desarrollar todas sus potencialidades- y empoderamiento: -el desarrollo se basa en la participación de las personas, no en paternalismos, asistencialismos o acciones de caridad, para lograr una vida decente, que les permita a los niños crecer como personas y seres humanos-. Señor Presidente le recordamos que los niños son el mañana de la Patria… por favor, preocúpese de ellos y ¡defiéndalos! que todo el País le agradecerá. Así sea.