En memoria del Dr. Juan Francisco Ontaneda

Santiago Armijos Valdivieso

Loja ha sido pródiga en ofrecer a la sociedad prestantes abogados desde hace casi doscientos años. Algunos han ejercido la profesión con pasión y rectitud, otros han entregado su vida al servicio público ocupando altas esferas del Estado, unos han impartido con luminosidad la cátedra universitaria, y, no pocos, han sido correctos magistrados de la Función Judicial.

En ese inmenso grupo de letrados encontramos a uno de sus más conspicuos representantes. Me refiero al Dr. Juan Francisco Ontaneda Castillo, exrector de la Universidad Nacional de Loja y, seguramente, uno de los más destacados juristas de Derecho Civil del país. Sus obras “Apuntes para el estudio del Código Civil”, primer y segundo tomo, así lo revelan.

Aunque no tuve la suerte de conocerlo ni ser su alumno porque me separa casi una centuria de edad; pude beneficiarme de sus conocimientos jurídicos a través de sus libros que, aunque añejados por el tiempo, no pierden vigencia, trascendencia e interés para el estudio histórico y evolutivo del derecho civil.

Recuerdo la parte en la que el Dr. Ontaneda se refiere al gran progreso social que significó la expedición de la Ley sobre Emancipación Económica de la Mujer(1911). Para ello, con bisturí de cirujano, rasga las telarañas y prejuicios que se oponían a dicho cuerpo legal, con la intención de mantener matrimonios patriarcales en contra del justo reconocimiento de los derechos patrimoniales de la mujer casada.  

También conservo en mi memoria los certeros argumentos del doctor Ontaneda, expresados en el tomo primero de sus obras, para analizar la infame clasificación que hacía el Art. 31 del Código Civil Ecuatoriano de 1930, respecto a los hijos; en el que se los discriminaba y marcaba con las ultrajantes etiquetas de legítimos, ilegítimos, de dañado ayuntamiento, adulterinos, sacrílegos. Para que se entienda con exactitud lo dicho, transcribo el texto íntegro de esa impresentable norma del Código Civil que, por ventura, fue eliminada en legislaciones posteriores:“Art. 31.- Los hijos ilegítimos son, o naturales, o de dañado ayuntamiento, o simplemente ilegítimos. Se llaman naturales los que han obtenido el reconocimiento de su padre o madre, o de ambos, con arreglo al título 12 de este libro. Se llaman de dañado ayuntamiento los adulterinos, incestuosos y sacrílegos. Los que no son reconocidos como naturales, ni provienen de dañado ayuntamiento, se llaman simplemente ilegítimos”.  

Temas jurídicos lacerantes y de trascendencia como los mencionados fueron abordados por el doctor Ontaneda en sus obras, siempre con ilustrado y objetivo criterio para buscar un orden social más justo y equilibrado.

Precisamente, a través de la lectura de sus libros, en mis años de estudiante universitario de leyes, me interesé por la vida y obra de este jurisconsulto que tanto lustre dio al foro lojano.

A final de los años ochenta, no pude encontrar mejores fuentes para conocer algo de la vida y obra del Dr. Ontaneda que recurrir a mis abuelos: Dr. Arturo Armijos Ayala y Dr. Jorge Valdivieso Moreno, quienes, en distintas circunstancias y momentos fueron sus amigos y colegas.

Ambos coincidían en que el doctor Juan Francisco Ontaneda era dueño de una inteligencia especial, cuyo dominio e interpretación de las numerosas normas del título preliminar y de los cuatro libros del Código Civil, era extraordinaria e inigualable.

Mi abuelo, Arturo Armijos Ayala, me relató que en alguna ocasión coincidió con el Dr. Ontaneda en el parque central (finales de los años cuarenta) y, sentados en una banca, conversaron por largo rato sobre diversos temas políticos y jurídicos de la actualidad de aquel entonces. En medio de la tertulia, el Dr. Ontaneda había recordado repentinamente que le quedaba poco tiempo para contestar una demanda de un complejo juicio reivindicatorio que lo tenía ocupado. Luego de disculparse con el amigo, por tener que interrumpir la conversación; el Dr. Ontaneda había tomado del bolsillo de su saco una hoja de papel y, con lápiz en mano, sin consultar texto legal alguno, había escrito con total seguridad y rapidez, sin dubitaciones ni imprecisiones, el escrito judicial que necesitaba. El doctor Ontaneda lo había hecho con tal exactitud que parecía que alguna voz oculta le dictaba el texto; propio de los abogados grandes que no solo tienen claridad entre los hilos que unen los hechos controvertidos y las normas jurídicas a invocar; sino que saben hacerlo, mediante la palabra escrita: contundente, inequívoca y clara. Hecho esto, la conversación entre los amigos había continuado.   

Por su parte, mi abuelo Jorge Valdivieso Moreno, quien lo acompañó en el rectorado como secretario general de la Universidad Nacional de Loja; me refirió varias experiencias profesionales que mantuvo con el Dr. Juan Francisco Ontaneda, en las que destacó siempre su grandeza de espíritu, su personalidad brillante, el dominio del derecho civil y el talento para tomar acertadas decisiones, con rectitud y honestidad, en calidad de rector del alma máter lojana.

En conversaciones con algunos abogados que fueron alumnos del Dr. Ontaneda y recibieron clases en la vieja casona universitaria (ubicada en la calle Bernardo Valdivieso y Rocafuerte); todos coinciden en que fue un erudito del derecho civil, en cuyas clases magistrales hacía derroche de conocimientos profundos y críticos en torno a las complejas instituciones que forman parte del derecho civil. El dominio del profesor sobre la materia había sido tal, que cuando pedía leer, a algún alumno, las normas del Código Civil, tenía la capacidad de detectar con exactitud: errores u omisiones de sustantivos, adjetivos, verbos, preposiciones, adverbios o signos de puntuación. A más de ello, gracias a su amplia experiencia en el ejercicio profesional de la abogacía, el Dr. Ontaneda aprovechaba el estudio teórico del articulado para dictar escritos judiciales alusivos al tema tratado (que eran escritos con tiza por un alumno en el pizarrón) con el objeto de enseñar la práctica jurídica. En esas mismas clases, también habría imperado el ingenio del profesor para hacerlas divertidas, envolventes e imperdibles.

Sin ninguna duda, el doctor Ontaneda Castillo ha sido uno de los abogados más destacados que ha dado Loja; quien, gracias a su gran talento ocupó con éxito grandes responsabilidades al servicio de la sociedad. Fue vicepresidente del Municipio de Loja; Diputado por Loja (1938); presidente del Tribunal Electoral Provincial; como lo tengo anotado, rector de la Universidad Nacional de Loja (1955-1963), Senador funcional por la Educación Pública (1960-1962); rector del Colegio Bernardo Valdivieso (1967-1968) y, principalmente, destacadísimo profesor de Código Civil en la Facultad de Jurisprudencia de Loja, por más de treinta años.    

Mi homenaje sincero a este hijo predilecto de la provincia de Loja, nacido en la ciudad de Cariamanga, cuna de hombres ilustres.

Gracias a sus méritos profesionales e intelectuales, se lo sigue recordando en la luminosa gaveta de los abogados ilustres de esta tierra.