Por: Ruy Fernando Hidalgo Montaño
Cuando vemos por la tele, o las redes sociales algún tipo famoso, enseguida presumimos que debe ser feliz de ley. ¿Pero cómo se puede imaginar otra cosa, con tanto dinero, tanta gente pendiente del mínimo detalle de su vida? Y nos llevamos una gran sorpresa, cuando descubrimos que, en medio de todo el oropel de las apariencias, son seres de carne y hueso como nosotros, que tienen broncas, que sienten penas muy grandes, a veces más profundas que las nuestras, que la presión de la fama es frecuentemente insoportable y genera secuelas terribles de desolación, soledad, y angustia, que le restan paz al individuo y lo inducen al consumo de sustancias no tan aconsejables.
Tenemos un sinnúmero de ejemplos, que sería muy largo de citar, por eso no me voy a referir a ninguno en particular. Estoy hablando de manera muy general, claro que eso no me impide mencionar algunos casos muy conocidos por el público que nos han llenado de conmoción y sorpresa al descubrir que los genios que admiramos por su talento en diferentes facetas son a menudo gente más común de lo que pensamos y a veces con sobrecargas psicológicas mas pesadas que las nuestras.
En muchos casos, pasan de no tener nada, a tenerlo todo, lo que se les antoja, y no saben como manejar esta transición. Y se dejan seducir por caminos no tan recomendables como las drogas y el alcohol que merman rápidamente todo lo atesorado en años de trabajo incesante e incluso va minando su salud y por ende su vida.
Últimamente los seres humanos, buscamos con demasiada avidez el reconocimiento general de todos nuestros actos, si no hay cámaras de por medio, no nos gusta hacer nada nos encanta figurar en todas las cosas que hacemos, para mi criterio esto está mal, lo que también está mal, es hacerlo a como dé lugar, a veces pasándole por encima a otro.
Es encomiable brillar por mérito propio, y sin vanidad. Por eso, la próxima vez que tengamos al frente algún artista famoso, tratemos de no envidiarlo, e intentemos estar conformes con los talentos y destrezas que Dios nos concede a cada uno de nosotros, pienso que el cariño que la mayoría de nosotros tiene en su casa no es compatible con la soledad y la tristeza que experimentan aquellos a los que la fama les ha sonreído, por ejemplo, tenemos el caso de Luis Miguel, muy conocido por la serie de su vida, quién debido a codicia de su padre, tuvo una infancia muy infeliz, llegando a no saber el paradero de su madre. O el de Diego Maradona, que murió esclavo de sus adicciones y errores, desperdiciando el enorme caudal de su talento.
Además, con dinero, solo se compran baratijas, pero jamás la paz espiritual o la tranquilidad que te puede otorgar una noche de placido sueño con la conciencia tranquila de no haber hecho nada malo ni en contra de tus principios morales ni éticos. La fama a menudo es transitoria y solo hay una gloria que no se extingue jamás, la gloria de buscar en buena ley, ser felices y hacer felices a los demás. Creo que, en el caso de los famosos, solo logran lo segundo, pero lamentablemente, casi nunca pueden ser felices salvo raras excepciones , la fama no lo es todo.