Al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

A los postulantes de la ciudad Arcoíris.

Por: Pedro Siniglesia.

Dios me perdone por juzgar a mi prójimo

e integrar alianzas y colectivos para distanciar,

del libro de los “Hechos de los Elegidos”,

gozo de las promesas como libros por publicar:

Juzgas a la Ley, no eres mecenas, sino juez,

haces alarde de la experiencia y la práctica,

quieres poner orden en el palacio como un rey,

la palabra dicha no vuelve ni con el Big Bang.

Redundas en el debate de cómo curar las carachas,

Profeta, ansías banquear el Arameo de Mateo,

adorador de Cristo en las caravanas lanzas patrañas.

¿Bastan las miserias, plegarias y velas a Judas Tadeo?

Prudencia con el pueblo que te elegirá “servidor”.

¿Pretendes caminar sobre el agua como pasear entre la gente?

Presumes de “salvador” cuando eres un ángel mortífero.

Promueves la corrupción y te autodenominas un Santo Inocente[1].

Del capítulo “Al que le caiga el guante que se lo chante”.


[1] La Fiesta de los Santos Inocentes presenta un curioso sincretismo entre lo pagano y religioso. Su origen se remonta al siglo V, época en la que la Iglesia Católica empezó a celebrar esta fiesta en memoria de los niños que fueron masacrados en Judea por Herodes poco tiempo después del nacimiento de Jesús.