La lectura, mis bonitos,
es la llave del progreso,
es la sangre para el seso
que se aclara de a poquito.
Y si lee despacito
paladeando la escritura
captará la galanura
que se encierra en bellas frases,
en mensajes tan locuaces
de acendrada catadura.
La lectura nos libera
de la tórrida ignorancia,
nos concede relevancia
que se encumbra cual bandera.
Dejarás de ser cualquiera
a través de la lectura
y de paso, la cultura
de los pueblos se engrandece
pues hoy día se entristece
en un cerco de ataduras.
La lectura nos despierta
de ese sueño aletargado
que destruye anticipado
y nos cierra toda puerta.
Sin lectura es letra muerte
los mensajes decidores
de los buenos escritores
de la patria y mundo entero
que han secado sus tinteros
en los libros de colores.
¿Cuántos libros bienolientes
señoritos profesores,
les pregunto sin temores
han leído últimamente?
Dos o tres difícilmente,
o quien sabe, medio ciento,
no lo afirmo, más presiento
que a las justas medio texto
por dejados y a pretexto
del salario ceniciento.
Los muchachos de estos días
ya no leen con pasión,
ni les llama la atención
visitar las librerías.
Son sus grandes alegrías
los mensajes sin parar
del famoso celular
con errores de escritura
y otras tantas meteduras
de su pata singular.