Primera parte
Diego Lara León
Las universidades nacen en la Edad Media, las escuelas palatinas, monásticas y episcopales empiezan a surgir en esa época y se empiezan a extender por varias ciudades de Europa Occidental.
Las universidades medievales eran comunidades de maestros y estudiantes, donde se priorizaba la enseñanza. Con el tiempo, la creación de conocimiento y la discusión fueron integrándose a lo que hoy se conoce como Universidad.
Universidad es universalidad. Universalidad de pensamiento, de ideologías, de tendencias. La ciencia no le pertenece a un grupo, le pertenece a todos.
La Universidad se convirtió en una pieza fundamental de la sociedad, evolucionó con ella. La sociedad obligó a la Universidad a evolucionar y la Universidad hizo evolucionar a la sociedad, sin duda la simbiosis perfecta entre Universidad y Sociedad.
La Universidad dejó hace muchísimo tiempo de ser un espacio de enseñanza pura y dura. Dejó de ser el lugar donde exclusivamente los maestros eran los dueños de la verdad y del conocimiento; y, lo transmitían de forma directa a sus alumnos que eran simples receptores de aquel conocimiento. Hoy, la Universidad facilita la transferencia del conocimiento, pero antes de transferirlo lo crea.
Cuando hablamos de Desarrollo Sostenible hablamos de una sinergia entre varios actores de la sociedad: Universidad – Estado – Sector Productivo – Sociedad.
Hoy, la función de la Universidad, a más de formar seres humanos, es la de crear conocimiento, transferirlo a la comunidad y vincularse con su entorno.
Una Universidad latinoamericana tiene una leyenda en su frontis principal que dice: “Las sociedades son lo que fueron sus universidades hace 20 años”, Confucio dijo que: “la tarea de educar a un niño debe empezar 20 años antes, educando a su madre”. Cuán importante y complejo es la responsabilidad de liderar una universidad y aportar a la transformación de la sociedad.
En nuestro entorno tenemos grandes universidades que han sido y son el motor de nuestra sociedad, formando connotados profesionales, involucrándose en los temas fundamentales de la sociedad y siendo referente de desarrollo.
Desde muy niño aprendí a entender y a respetar a la Universidad Nacional de Loja, papá y mamá, ambos profesores universitarios, formaron profesionales con devoción por más de 30 años, su vida y la nuestra giraba alrededor de ese apostolado llamado docencia.
Recuerdo jugar muy niño en los jardines de la alma mater lojana, esto sucedía cuando mamá “no tenía con quien dejarnos en casa”. Mientras ella daba sus clases, veíamos con mi hermana el dinamismo propio de una universidad, “la universidad tiene vida”. Quizá eso generó mi amor por los jardines bien cuidados y mi vocación por la enseñanza.
Como todo en la vida, se cumplen ciclos, hay etapas de apogeo y otras de recesión. La noble Universidad Nacional de Loja, hace algunos años tuvo sus días bajos, alejada de la realidad y de su entorno. Hoy es diferente, sin duda existe una transformación, de eso les hablaré en el siguiente editorial…
@dflara