Mataos los unos a los otros

César Correa

Del amaos los unos a los otros, que es la mejor prescripción moral y religiosa, nos han introducido al mundo del “mataos los unos a los otros”.

Definitivamente, en el plano teórico, el capitalismo es irreconciliable con el cristianismo, van en direcciones diametralmente opuestas, pues mientras el capitalismo proclama al egoísmo como valor supremo —es vital acaparar cada día más—, en el cristianismo se exalta a la generosidad más elevada cuando propone dar la vida por el hermano. Otra es la realidad, en la cual vemos un matrimonio sólido, verdaderamente indisoluble, entre el protestantismo y el capitalismo, y una alianza actual del mencionado sistema económico con el catolicismo.

La alianza capitalismo-catolicismo es tan férrea en el Ecuador que el presidente de la República no ha tenido inconveniente alguno en convocar a una guerra fratricida al iniciarse la Semana Santa, en la que se conmemora la muerte de quien, según el Nuevo Testamento, exigió guardar la espada. Tengo la absoluta seguridad de que la jerarquía eclesiástica no dirá palabra alguna contra el decreto que induce a adquirir armas letales, que se utilizarán para ejercer la agresión y la venganza.

Si la claudicación religiosa es deplorable, también lo será la de los tratadistas del Derecho Penal, de los catedráticos, las facultades de Derecho, los colegios de Abogados, que no se harán presentes para denunciar las perniciosas consecuencias de autorizar la libre tenencia y porte de armas de fuego, que elevará el número de asesinatos.

Cuando los costos de las armas no eran elevados, las clases dominantes temían que el pueblo se arme y se levante contra sus opresores; en consecuencia, se curaron en sano y prohibieron la posesión de armas.

Ahora, con los precios inalcanzables de las armas de fuego, no hay peligro de que el pueblo se arme, por lo que la autorización servirá solamente para que la burguesía pueda disponer de su ejército particular, para eliminar a cualquier persona indeseable para sus intereses.  

¿Qué se viene? Mayor inseguridad, con maleantes que se volverán más peligrosos, se entrenarán más en el manejo de las armas y con muchos más asesinatos y feminicidios en el cumplimiento de venganzas, disfrazadas de defensa personal. Más corrupción por la importación, contrabando, distribución y comercialización de armas, en la administración del porte de las armas.