El baúl de los recuerdos: El Teatro Bolívar de Loja

Efraín Borrero E.

A mediados de la década de 1960, luego de una intervención que realizó la Universidad Nacional de Loja para restaurar el Teatro Bolívar, los lojanos nos sorprendimos porque habían desaparecido las «cariátides» que estaban a los costados del escenario. Eran figuras femeninas esculpidas que simulaban cumplir la función de columnas. Lamentablemente habían sido derruidas. Su concepción se remonta a la antigua Grecia y se plasma elocuentemente en la Tribuna de las Cariátides, uno de los templos de la Acrópolis en Atenas.

Fueron construidas en 1935 por el prestigioso escultor y pintor lojano, José María Castro Villavicencio, egresado de la Escuela de Bellas Artes de Quito y profesor de dibujo del Colegio Bernardo Valdivieso, a quien debemos también el hermoso mural “Las musas de la inspiración”, ubicado en la parte superior de ese escenario.

Esas figuras femeninas le daban sobriedad y carácter al Teatro. De ninguna forma nos pasmaban, porque siendo los lojanos gente culta sabíamos que son obras artísticas de las que hacen gala muchas ciudades del viejo continente, incluyendo el mismísimo Vaticano.

El filósofo estadounidense Albert B. Franklin, quien visitó el Ecuador a principios de los años cuarenta, impresionado por la cultura de los lojanos, escribió: «Es difícil comprender qué ventaja puede resultar de esta concentración de saber y cultura, excepto que el índice cultural medio, si existe tal cosa, del ciudadano de Loja, es posiblemente el más alto del mundo».

La destacada arquitecta lojana, Karla Rojas Moncayo, me comentó que entre 1969 y 1992 se realizaron nuevos trabajos de reparación, remodelación, adecuación y restauración del teatro. En abril de 1993 se lo reaperturó, y en julio de ese año llegaron las musas elaboradas por el artista Paúl Palacio, para reemplazar a las originales “cariátides, pero que esas figuras escultóricas no siguieron el modelo original.

Reinaldo Valarezo García dice que cuando se desempeñó como Rector de la Universidad Nacional de Loja, se conformó la Corporación Pío Jaramillo Alvarado, el 23 de junio del 2000, con las siguientes instituciones: Universidad Nacional de Loja, Colegio Bernardo Valdivieso, Casa de la Cultura Benjamín Carrión, Núcleo de Loja; Orquesta Sinfónica de Loja, Conservatorio de Música Salvador Bustamante Celi y Fundación Edgar Palacios, cuyo principal objetivo y esfuerzo estaban orientados a la preservación de los bienes patrimoniales destinados al Centro Cultural Pío Jaramillo Alvarado, que incluía el Teatro Bolívar.

Se realizaron estudios y se ejecutaron algunas obras, pero el proyecto no continuó porque el Municipio de Loja, en la Alcaldía de José Bolívar Castillo, logró que el Ministerio de Educación le hiciera donación del viejo edificio del Bernardo Valdivieso y allí se incluyó a la Casona y al Teatro Bolívar.

En efecto, en el año 2014 se armó la bronca entre el Municipio y la Universidad Nacional de Loja. El primero salió al paso con la mencionada escritura pública, y la segunda refutaba que el Municipio cometió equivocaciones en la demarcación de los terrenos donados; pero, sobre todo, que esos inmuebles pasaron a conformar el Patrimonio de la Universidad Nacional de Loja mediante Decreto Supremo del 9 de octubre de 1943.

Lo cierto es que el Municipio ganó la partida, aunque no tomaba posesión de los bienes donados, hasta que en la noche del 7 de mayo de 2016 varios policías municipales forzaron los candados del Teatro Bolívar, con autorización de la Comisaría de Ornato, a fin de que el Municipio lo tenga como suyo de manera efectiva. El propósito fue llevar a cabo los trabajos necesarios para la realización del primer Festival Internacional de Artes Vivas que se realizó entre el 17 y 27 de noviembre de ese año.

Karla Rojas asumió la dirección de las obras de restauración del Teatro Bolívar, sobre la base de un proyecto de su autoría, magníficamente diseñado desde cuando surgió la iniciativa del Centro Cultural Pío Jaramillo Alvarado, rescatando materiales de la época y tomando como referencia algunos famosos teatros, como el Colón de Buenos Aires, al que visitó para observarlo.

El contratista y ejecutor fue el reconocido arquitecto lojano Rodrigo Aguirre Aguirre, quien trabajó intensamente para que Loja pueda cumplir su compromiso frente al Festival Internacional de Artes Vivas, constituido en el evento artístico de artes escénicas más importante del país.

Luego de poco tiempo y con el mismo protagonismo de Karla Rojas y Rodrigo Aguirre, se realizaron algunas obras complementarias, una de las cuales fue rescatar las Cariátides que con pico y pala se fueron al suelo.

Aunque no son exactamente iguales a las originales, las actuales, talladas en roble, procuran representar y conservar la idea primigenia. A las musas con una tonalidad tipo piel, que no cuadraban en el escenario, Rodrigo las cargó al hombro y las ubicó en el pasillo de ingreso.

También se realizaron obras de restauración en la Casona Universitaria, en la que funcionó desde siempre la Facultad de Jurisprudencia. En un espacio de la planta baja se conserva la imprenta que fue adquirida por la Junta Universitaria en 1942, y que en ese tiempo fue la mejor de Loja. Podía ser movida por fuerza eléctrica y tenía capacidad para imprimir un diario de grandes dimensiones, con un tiraje de mil ejemplares por hora, como manifestó Máximo Agustín Rodríguez.

El Teatro Bolívar es una joya arquitectónica de estilo clásico que los lojanos exhibimos con orgullo. La iniciativa de su construcción emergió con fuerza del ambiente cultural, artístico y social que vivía Loja a finales del siglo XIX e inicios del XX, y por el aliento de personajes que por aquella época habían visitado París y otras ciudades europeas.

Dice Ecuador Espinosa: “Entre otros prioratos, Loja tiene el privilegio de haber sido también la iniciadora del género dramático en el Ecuador”. En ese marco valorativo bien cabe mencionar lo expresado por Hugo González Carrión: “En 1925, en Loja, Ecuador, pequeña ciudad de provincia situada no muy lejos de la frontera peruana, un grupo de jóvenes creó la primera compañía de teatro e interpretó la primera comedia para un público que inmediatamente apreció el espectáculo. La imaginación del grupo era ciertamente rica, fértil e impetuosa. La audacia, sobre todo porque era una ciudad de apenas 4000 habitantes, con pocos medios técnicos, lejos de Quito, la capital. Pero este grupo de jóvenes intrépidos pretendía demostrar que la cultura ignora la palabra: imposible”.

Karla Rojas afirma que, para la construcción del Teatro, en el año 1920, el plano arquitectónico fue traído posiblemente desde el exterior y que fue sometido a muchas discusiones para resolver asuntos técnicos y estructurales. Al no contar con profesionales especializados se encargó la modificación del plano al ingeniero en minas Bernardo Mora, conjuntamente con Clodoveo Carrión, director de la obra.

Se dice que esa edificación, construida a base de adobe y tapia, se concluyó luego de algunos años: en 1943, ya que los recursos económicos llegaban “por goteo”, como el aporte que brindó el Ministerio de Obras Públicas por la cantidad de diez mil sucres.

Desde entonces han sido múltiples las obras teatrales, presentaciones artísticas y eventos culturales que se han llevado a cabo en el Teatro Bolívar, parte de nuestra querencia y de nuestro orgullo lojano.