P. MILKO RENÉ TORRES ORDÓÑEZ
Toda persona con buen criterio y una autoestima muy alta valora el don de la vida que significa amar, caminar, estudiar, sentir, ver. Me fascina escuchar Claro de Luna de Ludwig van Beethoven. La noche, aunque parezca oscura, es más hermosa cuando está invadida por la luz de la luna. San Juan de la Cruz compartió su profundidad espiritual en sus obras en las que habla de la noche oscura.
La vida cristiana es luz, porque ha saboreado el tránsito de las tinieblas a la luz, de la ignominia de la muerte a la victoria de la cruz. Jesucristo es luz. En su predicación nos invita a seguirle para no continuar en la oscuridad. La Iglesia, Maestra y Sabia, enseña la importancia de la Pascua. Para llegar a la noche de las luces, la gran Vigilia Pascual, es indispensable profundizar en el misterio de la resurrección de Jesucristo y la celebración gozosa de la Pascua. Los días santos en los que hemos reflexionado acerca del misterio de Cristo, están llenos de muchos cuestionamientos. La presencia de María, Virgen y Madre, el proceso de maduración en la fe del grupo de los doce, el testimonio de tantos testigos del ministerio de nuestro Señor Jesucristo, son signos claros de una vida nueva, que cuestiona y que exige una entrega radical en la construcción de un reino de paz y justicia. Uno de los autores del Nuevo Testamento que habla desde su experiencia de sentirse amado, san Juan, nos propone continuar en el camino de la liberación. Una mujer, María Magdalena, como tantas personas con dignidad, siente la urgencia de visitar el sepulcro, un lugar en el que reposaba el cuerpo de Jesús. En ella se conjuga el símbolo de la muerte y el silencio. ¿Dónde está el cuerpo de Jesús? Jesús ha entregado su vida por nosotros. No podía quedarse encerrado en un sepulcro aquel que es la resurrección y la vida. Esta mujer da testimonio de lo que ha visto. La presencia de Jesús es nueva y renovada. La fe en la resurrección compromete al creyente a revestirse de dignidad. Más allá de una vida nueva subsiste el compromiso de vivir siempre en el Corazón de Cristo. Que no prevalezca el deseo de mirar hacia atrás para evitar el compromiso que conlleva una muerte definitiva. Las consecuencias del relativismo que se acentuó después de la pandemia nos han dejado sin fe y sin memoria. Nunca será tarde para empezar de nuevo. No será fácil recuperar todo lo que se ha perdido. La resurrección del Señor, celebrada y vida, en esta noche santa, nos tiene que fortalecer. San Ignacio de Loyola en las meditaciones de los Ejercicios Espirituales propone de modo recurrente la necesidad del conocimiento interno de Jesús. Implica amarlo para seguirlo. Al igual que este místico español vamos a responder a esta triple pregunta: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué voy a hacer por Él? Desde el viernes de la cruz peregrinamos a la gran noche de la luz. Vamos a salir de un preocupante enfriamiento espiritual y humano para recuperar cuanto hemos abandonado, a Jesucristo, principio y fin de todo.