Nuestro país tiene todo: es rico en biodiversidad, recursos naturales, con un potencial agro productivo y turístico increíble, con una ubicación y clima insuperable, es un pequeño país en el que el convergen cuatro regiones naturales que lo hacen único. Pero a pesar de esto, adolece de un subdesarrollo inocultable y en los últimos tiempos se ha convertido en un muy mal ejemplo de corrupción, violencia e incapacidad administrativa que lo tiene sumido en un estado de indefensión sin precedentes. Es triste comprobar como otros países, con menores capacidades, se encuentran en posiciones mucho más prósperas. La diferencia indudablemente la hacen sus habitantes.
La situación se torna insostenible y no se observa una reacción ni de las autoridades ni de la población, quizá somos un grupo de ciegos, guiados por otros ciegos, estamos perdidos y no encontramos la salida; o peor aún, ni siquiera la buscamos. Lo cierto es que el Ecuador está enfermo.
El rey Salomón decía que “seis cosas aborrece el Señor, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos perversos, los pies que se apresuran a correr al mal, el testigo falso que respira calumnias y el que provoca discordia entre los hermanos” (Proverbios 6), estos hechos abominables se han vuelto cotidianos y el adormecimiento colectivo nos lleva a normalizarlos sin darnos cuenta que “hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que al final terminan en muerte” (Proverbios 14) y las consecuencias las pagamos todos.
Podemos discernir entre lo que está bien de lo que no y entendemos las consecuencias que uno u otro traen; entonces ¿por qué preferimos hacer lo incorrecto? El que toma el camino incorrecto puede arrepentirse de corazón y dejar su mala manera de vivir, pero no lo hace. Jesucristo nos da la respuesta “porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3).
Creo que los ecuatorianos somos gente buena, que se ha extraviado en el camino. Volver a la buena senda es posible solo “No se amolden a la conducta de este mundo; al contrario, sean personas diferentes en cuanto a su conducta y forma de pensar. Así aprenderán lo que Dios quiere, lo que es bueno, agradable y perfecto” (Romanos 12).
El Señor nos hace una promesa: “Si mi pueblo se humilla, y ora, y busca mi rostro, y se arrepiente de sus caminos malvados, los oiré desde el cielo y perdonaré sus pecados y restauraré su país” (2 Crónicas 7). El Señor cumple sus promesas. Solo Él puede sanar nuestra tierra. El Señor nos está hablando. Escuchemos.