Quilanga, 19 de mayo 2023
Los días pasan, los acontecimientos suceden, se relatan los hechos y la historia se sigue escribiendo en diferentes voces y actores que, desde distintas miradas pintan y describen los hechos y fenómenos de nuestra entrañable patria que por estos días parece entrar en la incertidumbre que nace del odio, el resentimiento y el ajuste cuentas.
Por referirme, en el año 1978, mediante referéndum del 15 de enero, los ciudadanos facultados para sufragar aprobaron la constitución número 18 que tuvo una duración de 20 años, gobernaron ocho presidentes, incluido el defenestrado, por “incapacidad mental”, Abdalá Bucarán y la presidente, Rosalía Arteaga que duró tres días. Luego, con el interino Fabián Alarcón y la Asamblea Nacional Constituyente, el 05 de junio de 1998, nace la décimo novena carta magna, con ella gobernaron cinco presidentes y se destituyeron a dos de ellos, hasta que, con el arribo de Rafael Correa, nuevamente en 2008, mediante consulta popular, se aprueba la vigésima constitución con el 80% de respaldo, se mantiene vigente y fue redactada en Montecristi por la Asamblea Constituyente.
Solo por analizar los últimos cuarenta y cinco años de vigencia de la democracia, hemos tenido tres constituciones, 17 mandatarios entre, elegidos en las urnas, otros por sucesión y un interino. En este lapso las constituciones han sufrido ajustes y reformas de acuerdo con el espíritu y gobernante de turno, lo que sin duda imposibilita políticas de largo alcance que propendan a la unidad, progreso y desarrollo de todos los ecuatorianos.
En estos cuarenta y cinco años queda demostrado que los intereses del país han sido superpuestos por los intereses de grupos de poder económico, político y fácticos que se han turnado en distintos nombres, membretes y colores de los partidos políticos y tendencias de centro derecha a la derecha, populismo y la propuesta del socialismo del siglo XXI, que han generado una larga inestabilidad política y económica que impide el desarrollo equilibrado y armónico que nos permita acceder a todos en igualdad de oportunidad al buen vivir.
Hay un ingrediente mucho más grave que lo económico y político, es pretender gobernar desde una política de la revancha, el ajuste de cuenta y la envidia sostenidas en el odio que terminan carcomiendo el espíritu que nos da paz y concordia.
Revisemos el accionar de los gobernantes en los distintos niveles y estamentos que son reflejados en los medios de comunicación convencionales y digitales, las redes sociales y las expresiones de un discurso vacío, sin identidad política, ideológica, sin principios ni convicciones, sino que, vierten únicamente odio, ajuste de cuentas y venganza y desde esta realidad nadie puede gobernar, nadie puede consensuar decisiones que beneficien a todos, por tanto, cada vez nos alejaremos de la justicia que debe nacer de la paz del corazón y de la paz social.
Como comunicador hay algo también muy grave, cual es la polarización de los propietarios de medios de comunicación y sus periodistas, el relato informativo viene solo de una esquina sin un mínimo de contraste, verificación y objetividad informativa que ha hecho que los medios se conviertan en simples transmisores y hasta especuladores del quehacer político, desencantado a quienes creemos que los medios tienen un compromiso con los ciudadanos a informarles bien. Cuánta falta nos hace volver a revisar a los grandes teóricos de la comunicación y observar los códigos deontológicos.
En medio de esta vorágine vale recordar a Voltaire que hace ya 250 años dijo: “No comparto tus ideas, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarlas”. Estoy seguro que quedan muchas por comentar y que desde la escucha nuestros líderes deben hoy afrontar los retos del futuro sin olvidarse del pasado.