El baúl de los recuerdos: El legado de los Rengel

Efraín Borrero E.

Cuando decido visitar Macará me dispongo para estar en una tierra llena de grandeza, donde su gente sincera, laboriosa y generosa abre de par en par su espíritu hospitalario; esa gente que con gran personalidad está llena del más acendrado patriotismo; que ama infinitamente el terruño que lo vio nacer y es vigía permanente de su integridad territorial, como expresa Francisco Correa Bustamante.  

Su clima y ambiente costeño son un atractivo para nosotros los serranos de la provincia, además de su exquisita gastronomía, sustentada en el inigualable “arroz macareño” y en el mágico sabor del ceviche de carne, entre otros platos deliciosos.  

Próximo al filo de la patria diviso la llanura en donde se asienta la atractiva ciudad de Macará, y escucho con fuerza “el grito de Vadeal,  Tamarindo y Piedras Blancas, anunciando su grandeza, aludiendo el poema “Valiente Macará” escrito por Emilio Veintimilla Jaramillo, que fuera musicalizado por Daniel Armijos Carrasco para dar vida a una canción que los macareños la tienen como signo de identidad y que la disfrutan con desbordante entusiasmo, pero al mismo tiempo, con la nostalgia que embarga  sentimiento de añoranza, especialmente en aquellos que están lejos de la tierra querida.  

Jorge Hugo Rengel escribió en 1992: “Arribé a Macará un día de octubre… Ascendí a un pequeño collado. Desde allí contemplé la blanca ciudad aún dormida. Parecía una gema rutilante engastada en el inmenso verdor, verde mar, verde de esperanza de los lozanos arrozales que la enlazan tiernamente”.

Alfredo Suquilanda Valdivieso dice que “Macará no es solamente una ciudad, un cantón; es una vibración del alma y un concepto de unidad nacional, porque allí se hace la patria que la cuenta entre los cantones de mayores virtudes y bellezas; y que virtud más sublime que ser la Centinela del Ecuador, puerta de entrada solemne, un modo original de ser de la naturaleza y del hombre que ha sabido emanar la pasión por lo heroico con la capacidad para el progreso, un festín de luz en los dinteles del Ecuador”

Allí en esa tierra pródiga, donde sus hijos han sido creadores de novelas, poemas y canciones, nació el eximio abogado, novelista, periodista y político, Manuel Enrique Rengel Suquilanda, un veinte y cinco de diciembre de 1866.

Alfredo Suquilanda, al referirse a la trayectoria de su tío abuelo, lo destaca como gobernador de Loja, juez de la Corte Provincial, profesor universitario, teniente coronel del Ejército liberal del General Eloy Alfaro, columnista del Diario El Mercurio de Cuenca, diputado por la Provincia de Loja y secretario de la Cámara Baja, desde cuyas funciones, como buen hijo de nuestro pueblo, luchó sin descanso hasta lograr que Macará fuese elevada a la categoría de cantón.

Resaltando su riqueza literaria dice que “las maravillas de la naturaleza unidas a la virtuosidad del hombre y la mujer macareños, fueron la fuente de inspiración que influyó en el alma de Manuel Enrique Rengel Suquilanda para escribir su romántica novela “Luzmila”, cuyo teatro de acontecimientos se encierra en el marco de hermosura de estas tierras de prodigio”.

“Luzmila” está entre las primeras novelas más representativas del período que va desde 1895 a 1925, según el estudio de Ángel Felicísimo Rojas en su clásica obra histórico crítica: «La novela ecuatoriana», como señala Yovany Salazar.

Durante la presidencia de Marco Placencia Espinosa, el Núcleo provincial de Loja de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión presentó esa novela adaptada al arte escénico, en el Teatro Universitario Bolívar, el veinte y dos de noviembre del 2002. Allí realizó una breve reseña de lo que es “Luzmila” y su aparecimiento en 1903, destacando que el mismo prólogo de la novela hace referencia a una sentencia árabe que dice “nadie puede saltar fuera de su sombra”, y que, en tal sentido, los hombres tampoco pueden escapar a la realidad de su vida.

Los personajes de la novela huyeron de su realidad: Luzmila quiso escapar de la tiranía paterna y Enrique, su amante, escapa con ella atravesando el desierto y fracasa en su empeño amoroso.

Manuel Enrique Rengel Suquilanda contrajo matrimonio con la virtuosa dama lojana, Carmen Valdivieso Espinosa que, según se sabe, “se casó muy joven y procreó a sus hijos como heroína; pues muy pronto, ante la agitada vida política de su esposo y luego su alejamiento definitivo, hubo de emprender en una serie de actividades para su manutención y la de sus vástagos”.

Tuvieron tres hijos: Bertha, Jorge Hugo y Luz Marina Rengel Valdivieso, nacidos y crecidos en la casa de habitación de sus padres, situada en el barrio de San Sebastián de la ciudad de Loja.

Manuel Enrique Rengel Suquilanda falleció el dieciséis de julio de 1944, en la ciudad de Cuenca, en donde también escribió “Apuntes al Código de Procedimiento Civil” y “Notas explicativas al Nuevo Testamento”, obras inéditas. Su enriquecido legado ha llenado de orgullo a Macará y a la provincia de Loja en general.

A Jorge Hugo Rengel Valdivieso, quien nació el veinte y dos de octubre de 1913, lo conocí de cerca porque fue mi ilustre maestro en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de Loja, de la que varias veces fue decano, junto con una pléyade de connotados profesores que marcaron la época de oro de ese centro de estudios, y por la estrecha relación que mi madre mantuvo con su esposa, Rosa Elvira Espinosa Ledesma, una mujer maravillosa.

Seguí sus pasos a través de algunos de sus libros y de sus enriquecedores artículos que se publicaban en la prensa local y muy especialmente en Diario El Universo. Alguien dijo que con ellos se podría editar por lo menos tres tomos, resaltando que sus notas periodísticas eran micro-ensayos, y que en sus reseñas se notaba el vuelo del pensamiento. Escribió sobre temas políticos, culturales y científicos, pero sobre todo dedicó su columna a divulgar los valores y a defender los intereses de la provincia de Loja.

Esa actitud firme y altiva lo convirtió en un verdadero patriota y en adalid de nuestras causas por mejores días. Basta recordar su inquebrantable empeño porque la provincia cuente con un eficiente servicio de luz eléctrica; su ferviente preocupación por «La cuestión Puyango-Tumbes», y tantos otros anhelos de los lojanos.

Jorge Hugo Rengel consideró que el lojano es una persona excepcional; dijo: “Cuando medito en Loja, en su historia, en su actualidad, en su porvenir, concluyo lleno de esperanza, que el valor más significativo que posee esta parcela de la Patria, es su gente, el hombre que la habita”.

Su hijo Ramiro publicó en el 2013 el libro titulado “Jorge Hugo Rengel 1913-1999”, que contiene una detallada “Biografía de servicios a la cultura y a la ciencia” de este preclaro lojano. Esa voluminosa compilación da cuenta de su grandioso legado como escritor, en la docencia, abogacía, periodismo, servicio público y dignidades que ostentó.

Se refiere a sus primeros pasos como escritor en la revista “Hontanar” dirigida por Carlos Manuel Espinosa; a su elección como consejero provincial, y a su actividad como docente universitario desde 1941 en la Junta Universitaria y luego en la Facultad de Jurisprudencia. 

En 1949 recibe la designación de presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja, siendo cuatro veces reelecto. Inmediatamente se convirtió en ministro Fiscal de la Corte Superior de Loja y un año después pasó a ser ministro Juez. Presidió la Comisión Legislativa. En 1978 fue miembro de la Comisión de Reestructuración Jurídica del Estado, siendo la oportunidad para que nazca su amistad con Jaime Roldós Aguilera, quien, al triunfar en las elecciones presidenciales lo llevó de ministro Juez de la Corte Suprema de Justicia.

También resalta los múltiples reconocimientos recibidos por su padre, tanto a nivel local como nacional. Agustín Cueva Tamariz dijo de él: “Tiene en su personalidad dos aspectos fundamentales, la del escritor y la del maestro. Una doble vocación, o más bien las dos caras de una sola, en la que se admira la misma característica, la plenitud de conciencia de una misión concebida vocacionalmente, sentida con el aliento de cada día y llevada hasta el fin con absoluta entrega, limpia de intención y eficaz de resultados”.

Jorge Hugo Rengel Valdivieso falleció el 24 de diciembre de 1999, a la edad de 86 años, dejando una huella perdurable, que junto con la de su padre, Manuel Enrique Rengel Suquilanda, son parte de la gloria de nuestra Loja “que ha sido la madre fecunda de hombres ilustres”, como expresara el padre Juan de Velasco.