César Eduardo
Briceño Toledo
Asesinaron a un noble periodista como fue Fernando Villavicencio, que tuvo la osadía de incursionar en la política con el deseo irrenunciable que nuestro país salga de esta postración moral y política con insaciable sed de poder. Algo parecido sucedió con las muertes de Luis Colosio del PRI en México y Luis Galán, liberal, en Colombia, cuando la barbarie se impuso sobre la razón para impedir que estas iluminadas mentes sirvan a sus patrias.
Gracias a su incesante investigación periodística, con sacrificio y a costa de su propia vida, se pudo conocer y llevarlos a la justicia a la trama gubernamental de perversión vinculada con Odebrecht, cuya denuncia les ganó a sus demenciales enemigos para exterminarlo, a como dé lugar, como ocurrió el fatídico día del 08 de agosto, en la ciudad de Quito; atentado criminal en el cual, los protocolos de protección policial fallaron. La seguridad pública sabía que el candidato más odiado y más amenazado por sus frontales acusaciones en contra de la narcodelicuencia y narcopolítica gubernamental, era don “Villa” que cariñosamente le decían sus seguidores; candidato presidencial que acrecentaba día a día más simpatía ciudadana; razón por la cual, debió haber recibido la mayor protección policial. ¡No lo hicieron! ¿Por omisión o complicidad? La pregunta del millón, ¿a quienes les convenía silenciarlo? Sin duda a los sentenciados por la justicia, los presos en las cárceles, los prófugos de la justicia, los narco guerrilleros, los políticos corruptos, la seguridad pública corrompida; en definitiva, hubo un complot de enemigos mortíferos.
Hubo muertes que conmocionaron en el pasado, como las de Eloy Alfaro, García Moreno, Abdón Calderón Muñoz, Jaime Hurtado y actualmente de Fernando Villavicencio que perturban a nuestra sociedad, que tal vez, haya perdón y olvido, o quizás los asesinos y mentalizadores de esta tragedia reciban el justo castigo de la ley.
Estamos seguros que con el rechazo ciudadano por este execrable magnicidio, los ecuatorianos reflexionaremos por quien votar y castigar a los culpables por esta vil traición a la patria. A mi memoria viene la lectura del gran guerrero español Cid Campeador que aún muerto, en su rocín Babieca ganó la batalla final ¡La gran batalla por la verdad! Nos duele su muerte querido colega periodista, como sucedió con fausto Valdivieso o los tres periodistas del universo. Su ejemplo de valentía y honestidad se multiplicarán, en nuestra, como los mies bíblicos. Creemos que en la eternidad ustedes continuarán haciendo lo que siempre en vida les gustó: un periodismo sin ambages.