Críticas

No importa lo que hagas siempre recibirás críticas. Algunas serán “constructivas” procurando una mejora. Otras simplemente buscarán señalar posibles errores maximizándolos. Muchos sicólogos consideran que las críticas se constituyen en una estrategia de autoprotección que busca invisibilizar los errores propios resaltando los ajenos. Para otros, la crítica es evidencia de insatisfacción personal e incluso envidia ocasionada por una amplia variedad de aspectos que incluyen los sociales, económicos, o familiares; y en muchos casos, las críticas se emplean para evadir una realidad personal poco apreciada. Aunque muchos optamos por restar importancia a lo que la gente diga, es necesario considerar que las críticas bien canalizadas pueden aportar a nuestro crecimiento.

¿Qué actitud debemos tener ante las críticas? Lo primordial es no dejar que éstas determinen nuestro valor. Las críticas encierran enojo, envidia, y visiones distorsionadas que no podemos dejar que nos afecten. La palabra de Dios dice que debemos usar la armadura de Dios para hacer frente a las artimañas del enemigo y el escudo de la fe nos permitirá apagar los dardos que este nos envía (Efesios 6). Cuando recibimos a Jesús, el Señor nos hizo sus hijos (Juan 1), herederos de su reino, (Romanos 8), escogidos (1 Pedro 2). Escuchemos la voz de Dios que es la verdad que nos guía (Salmos 119:105).

Por otra parte, las críticas pueden ser una muy buena ocasión para ejercitar nuestra misericordia y es que detrás de una crítica se esconde una necesidad de aquel que hace la crítica, la que normalmente no es aceptada y menos aún superada. Es por eso por lo que, en estas circunstancias Jesucristo nos pide: “Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen” (Mateo 5:44), nunca deberíamos devolver mal por mal.

Si somos conscientes de que todos cometemos errores, las críticas también pueden encerrar algo de verdad, por lo que debemos analizarlas de manera objetiva y tomarlas como un medio para mejorar.  Claro está, para esto se necesita honestidad, humildad y sabiduría. Cuando somos honestos con nosotros mismos no existirá auto engaño y podremos reconocer con humildad nuestras propias limitaciones y debilidades y “si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie” (Santiago 1).

Finalmente, prestemos atención especial a las críticas que vienen de las personas que verdaderamente nos aman, estas siempre procurarán nuestro crecimiento.