La conducta de ataque

Sandra Beatriz Ludeña

En sociedades modernas, los ciudadanos están habituándose a una conducta de ataque, esto es,  a la deliberada y constante competencia, en la que el otro, es un rival al que hay que atacarlo.

El ataque es una conducta de guerra, donde la lucha tiene que ver con sobrevivencia.  Más, en el cotidiano vivir, el humano contemporáneo, es cada vez más depredador de su prójimo.  No es raro, ver gente a la defensiva, que no sabe tolerar al resto y menos, admitir los logros ajenos.

El liderazgo ha quedado rezagado y hoy los líderes andan de cuerpo incompleto, pues, para sobresalir solo hace falta ser el más agresivo.  Situación que genera una influencia negativa.

Por esta razón, hay líderes que equivocadamente hacen gala de su mal humor, de su agresividad.  Existen algunos que se dejan fácilmente influenciar por sus colaboradores cercanos y sus limitadas opiniones.  Así, aquellos líderes se rodean de instigadores, que propician el ataque sin motivos ciertos.

Existen grupos en los que sobresale uno u otro perfil de liderazgo, sin embargo, el más agresivo, se adelanta al ataque, rechazando las ideas, las actitudes o la personalidad del rival. Una reacción casi reflejo se dispara al sentirse atacado, armándose la guerra.

Recuerdo con mucha claridad que en una campaña electoral de hace ya bastante tiempo, uno de los líderes con estilo agresivo, atacó a su rival, al que consideraba un peligro por su inteligencia, diciendo que: “es un apestoso, que apenas abre la boca, apesta”, tratando de generar la repugnancia de la población, hacia su competidor.

Erradamente se cree que todo ataque le da ventaja al agresor, sin embargo, esto no es tan cierto.  En ocasiones, cuando el ataque no obedece a una estrategia y se da por simple deseo de dañar al competidor, regresa a la era de la piedra, y no solo eso, creo que en a veces, se produce un búmeran.

Atacar por atacar es una trampa que tiene efecto revote, es decir, el ataque se regresa en contra del agresor y casi por ley de causa y efecto, golpea. El problema de la conducta de ataque, es que al darse en los líderes, que son ejemplo a emular, la población aprende a atacar sin razones, así cualquier pretexto, es el tope para empezar los conflictos.

Con gran pena he visto barrios, donde sus moradores viven en guerra por asuntos triviales como: que unos son católicos y otros cristianos, sus líderes enseñan a ir unos contra otros y  los ataques mutuos.  Así, la gente se divide por distintos aspectos, ya sean etnográficos, geográficos, culturales, ideológicos, etcétera.  Pero, ese no es el camino, no es liderazgo, no es justicia social.  El liderazgo tiene que privilegiar la paz ciudadana, entonces, la conducta de ataque no debe ser la regla sino la excepción.