¿Callejón sin salida?

Fernando Oñate-Valdivieso

Todos tenemos momentos difíciles. En algún instante de la vida hemos sentido la incertidumbre de la soledad, la desazón de un proyecto terminado en fracaso, las carencias propias de una vida de consumo y las circunstancias podrían llevarnos a un “callejón si salida”. La forma en la que una persona reacciona ante una situación adversa es fundamental, unos la tomarán como aprendizaje y seguirán adelante, otros llevarán la carga a cuestas y unos pocos quizá no puedan sobreponerse y cometen el error de optar una falsa “salida”.

Las estadísticas muestran que la mayor incidencia de suicidios se presenta en personas en edades comprendidas entre 15 y 29 años, la frecuencia de intentos de suicidio es alarmante y en promedio cada año 800 000 personas al rededor el mundo toma esa fatal decisión. La depresión por motivos económicos, amorosos, desempleo, bullying, pérdidas de familiares, enfermedades, etc., son los motivos aparentes que llevan a optar por algo que de ninguna manera se constituye en una solución. Cuesta creer que alguien que aún tiene tanto por vivir considere siquiera ese medio de escape. Vivimos en un mundo con motivaciones equivocadas, en el que se da valor a lo que en realidad no lo tiene, privilegiando lo material sobre lo espiritual y en momentos difíciles el temor vence a la razón.

Cuando tenemos a Cristo en el corazón la actitud ante la vida es diferente: Vivimos por fe, ya que, con Cristo, aunque estemos atribulados en todo, no estaremos angustiados; quizá en apuros, pero no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos. Por tanto, no desmayamos; pues, aunque nuestro hombre exterior se vaya desgastando, el interior, se renueva de día en día. Con Cristo entendemos que las dificultades que tenemos en realidad son pequeñas, y no van a durar para siempre. Pero, gracias a ellas, Dios nos llenará de la gloria que dura para siempre.

Las murallas pueden ser altas, pero caerán con nuestra obediencia a Dios. El Señor nos dice: Esfuérzate y se valiente, no temas ni desmayes que yo estaré contigo a donde quiera que vayas. Por supuesto, el camino nunca será fácil, pero cruzaremos el valle de sombras con el aliento del Todopoderoso. El pasado ha dejado marcas profundas y aún así tenemos esperanza, la misericordia del Señor se renueva cada mañana y al aceptar a Jesús en el corazón como Señor y Salvador, todas las cosas viejas quedan atrás, todo es hecho nuevo.

No hay mejor tiempo para conocer al Señor que en medio de la tormenta, ahí sentimos su poder restaurador y tomados de su mano, todo es posible. Él es el camino, la verdad y la vida.