Milko René Torres Ordóñez
«Fratelli tutti», escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él».
Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite. Estas son las primeras palabras de la Carta Encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco sobre la fraternidad y la amistad social. Un programa de vida que recuerda la visión eclesial del Papa Juan XXIII acerca de la necesidad de una reforma integral de nuestra vida y misión en el mundo moderno. Ayer y hoy, será muy importante abrir las puertas y ventanas de la Iglesia para que entre aire nuevo. El Concilio Vaticano II implicó asumir un largo, difícil, pero saludable proceso para mirar el cielo, con los pies firmes en el suelo, en palabras de un gran santo. Francisco de Asís, más que proponer, me parece, quiso refrescar las estructuras más complicadas de los hombres. Son sus valores. Es nuestro corazón.
Me pregunto: ¿Cuál es el sabor del Evangelio? Hablamos mucho de él. Nacemos, vivimos, morimos, consumimos el alimento que nunca se corrompe. El Pan de la Palabra. El Pan de Vida. Los dos Francisco hablan de una vida nueva. El ingrediente principal es el amor oblativo. Parece que perdió su sabor. El amor universal, traspasa el espacio y el tiempo. En el vientre de una nueva normalidad, ha nacido otro hombre. Ojalá, que cuando vea la luz, comparta un aliento de vida que no sea, simplemente, un grito, sino el himno de fraternidad, abierta, para reconocernos, en lo paradójico de la expresión, como seres humanos, con dignidad y cercanía. El Evangelio es permanente actualidad. ¿Cómo sería nuestro mundo sin Jesús y su Buena Noticia? Cito, también, las palabras finales de Francisco: En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por san Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi, y del beato Carlos de Foucauld. Él fue orientando su sueño de una entrega total a Dios hacia una identificación con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano. En ese contexto expresaba sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano, y pedía a un amigo: «Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos».
Quería ser, en definitiva, «el hermano universal». Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos. Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Disfrutemos del sabor del Evangelio.