Estamos en plena campaña política y un alto porcentaje de ciudadanos no ha decidido si participa o no en el proceso, como tampoco han decidido por quienes depositar su voto ¿por qué se produce esta alarmante realidad? y ¿qué hacer?
Aprovechamos el libro “La descolonización de la política” de Rafael Bautista, para profundizar sobre el tema que nos ocupa. Les ofrecemos un fragmento de la Introducción:
“El propósito inicial de una descolonización de la política es describir, ya no tanto su posibilidad, sino la necesidad de afrontar esta tarea, como condición de su propia transformación; es decir, la posibilidad de una nueva política no puede quedarse en un wishfull thinking sino que debe mostrarse cómo es posible transitar hacia ella. La descolonización trata de eso: de mostrar el sentido de ese transitar; por eso se insiste, siempre, en su determinación inicial en cuanto proceso.
Pasar de la descolonización como retórica a la descolonización como criterio metodológico, supone exponerlo; a la manera de los clásicos: el mejor modo de enseñar algo, no es definirlo sino exponerlo, por eso optamos, sobre todo en la primera parte, por un proceso de desmontaje sistemático de lo político, en efecto, se trata de un desmontaje que, epistemológicamente, se muestra como condición de un nuevo montaje.
Pero no es, como lógicamente se podría colegir, de enfrentar primero uno y luego el otro. Son dos momentos de un mismo movimiento (que opera en la teoría) que se co-determinan desde un locus trascendental. Primera aclaración. No es un movimiento al interior de la totalidad ontológica de la política moderna, sino un movimiento que irrumpe desde una exterioridad crítica, como lugar de emanación del sentido del movimiento. Se trata, en efecto, de un salir de lo dado o establecido como totalidad cerrada; pero no es un salir por salir, porque se puede salir también al vacío. Es un salir de la dominación a la liberación. Por eso se trata de un salir autoconsciente. La descolonización es el proceso de la producción de esta autoconsciencia.
Desde que la teoría parte del poder ya no como facultad del sujeto político sino que, toma la expropiación que se ha hecho de éste, como punto de partida, su referencia última ya no gira en torno al sujeto sino al poder ahora fetichizado.
Ya no parte del fundamento sino de lo fundado, es decir, en términos canónicos, toma la apariencia como si fuese la esencia (hasta el mismo marx insistía: “si la esencia de las cosas estaría a flor de piel, la ciencia no serviría de nada”).
El fundamento nunca ha sido la “materia” sino la vida concreta del sujeto.
Por eso no fue raro caer en el teleologismo historicista. Sin sujeto, la política es pura cosa de procedimientos. Si el poder no es algo que se produce, no es ya facultad del sujeto, entonces es algo que se asalta: para cambiar todo no se cambia el poder (la noción que se tiene de éste), pero el poder –dicen– acaba cambiando a uno. entonces, pretendiendo cambiar todo, no se cambia nada.
Los críticos actuales de esta aporía, no en vano resucitan la tematización del sujeto (y hasta lo hacen desde referencias teológicas), porque una política sin sujeto es una política que actúa al margen y a espaldas de los actores.”