La buena nueva del feliz año nuevo una razón para vivir con dignidad

Pese a que las malas noticias han aumentado y las buenas han menguado durante el año 2020, recibimos al 2021, con el primer mes del año, enero tiempo de promesas, como abril el de las lluvias mil, o mayo de lirios y violetas. Entonces las promesas florecen por doquier, con toda naturalidad como algo propio y necesario. Sería catastrófico que no llueva en invierno o que el sol no brille en verano. No existe, pues, año nuevo sin promesas nuevas de felicidad o sin la renovación de aquellas antiguas ya formuladas en épocas pasadas, en años o meses anteriores.

El feliz año nuevo implica la realización de promesas, que inician en uno mismo y que termina representándose en la otra persona. El propósito de cambio comienza en el interior de la persona para irradiar a las demás, como luz de una lámpara o el perfume de una rosa, para lograr una mejor supervivencia entre hombres, mujeres, niños, adultos mayores y hacer de la vida, un canto de esperanza.

Lo cierto es que todos, iniciamos el año con promesas: el novio promete amor eterno a la novia, por igual prometen el patrono y el empleado, el carcelero y el preso, el enfermo y su médico. El profesor y el estudiante. Acaso las promesas vienen a producir una especie de equilibrio entre la búsqueda de perfección  y las cotidianas limitaciones; un equilibrio entre el amor y el odio, entre la felicidad  y la desgracia.

Usted se preguntará y las promesas políticas, suelen estacionarse, casi siempre, en el engaño y no en el registro de la bondad y verdad humanas, porque se suele prometer para lograr votos que aseguren tan sólo el poder por el poder mismo. Por lo tanto, no forman parte de las condiciones del convivir social, por eso terminan siempre produciendo más frustración y desengaño en todos los ciudadanos. 

De todas maneras, hay que entender que la vida sería totalmente desértica sin las benditas promesas, sin aquellas que se ofrecen en los intercambios familiares, sociales y personales. La promesa es una forma externa de la esperanza y sin ésta la muerte rondaría como asesina de nuestras existencias. Hay personas que miran a la muerte en todas partes, incluso en las experiencias placenteras y gozosas, peor aún en las promesas, porque las consideran imaginarias, carente de todo valor.      

Ahora bien, si las promesas se cumpliesen en su totalidad, la vida entera se agotaría, perdería consistencia, su propia vitalidad. Porque significaría que se ha logrado la plenitud, la totalidad. Y esto es imposible mientras se vive. Conseguir todo es una forma de carecer de todo. La vida es incompleta en sus múltiples dimensiones. Y la promesa es una forma de vida, en la medida que permite a la persona anhelar nuevas maneras de existir en el placer y en el éxito.  

Entonces colegimos que las promesas de año nuevo y las de la vida diaria, son expresiones del deseo que representan el motor de la existencia. Sólo se desea lo que no se posee. Sólo se promete lo que no se va a cumplir en su totalidad. Todo es a medias. Pero ésta es la única forma de vivir humanamente. La promesa implica la utopía, bendita utopía que se convierte en esperanza, hagamos de la buena nueva del feliz año, una razón para vivir, pero vivir con dignidad, sin empeñar nuestra dignidad, nuestra palabra, nuestro pensar, para de una vez por todas convertirnos en autores y no actores de nuestras vidas, es decir nosotros mismos, sí,  con defectos pero también con valores y sobre todo humanismo que implica amor y solidaridad entre todos los seres humanos que habitamos la región sur de nuestro país. Con los brazos extendidos, copando todo el horizonte, hermanos lojanos, Feliz 2021. Así sea.