La casa común (nuestro planeta)

Cuidar la casa común es una obligación de todos porque de este depende la supervivencia de los seres vivos y en particular de la nuestra. Nuestra casa común (planeta Tierra) está en una situación muy grave.

Las personas llevamos mucho tiempo maltratándola, seguimos pensando que podemos hacer lo que quisiéramos con ella, sin embargo, cuando el todo poderoso nos entregó nuestra Tierra nos pidió que la protejamos y sobre todo la cuidemos. Podemos darnos cuenta el como “la conciencia social clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes y servicios que Dios ha puesto en nuestro planeta. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a usurparla. La violencia que hay en el corazón de las personas, heridos por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre sus dolores. “Olvidamos que nosotros mismos somos tierra”.

Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos reconforta y restaura. Todo lo que nos rodea y nos permite vivir: el aire, el sol, el agua, las plantas, los animales… tienen en sí mismos valor, todos nos hablan de nuestro creador, son un regalo y una caricia de Dios. Nada de lo que podemos ver en la creación sobra. Por eso es tan importante cuidar de cada componente y por supuesto de cada persona. Muchas veces pensamos que las cosas son de usar y tirar incluidas a las personas también. Eso es lo que nos llama a vivir una cultura de descarte en vez de una cultura social de cuidado y protección. Y eso se ve más claro todavía en nuestras relaciones con los más pobres, débiles y excluidos. Ellos son los que más sufren las consecuencias de la destrucción de la tierra. Los desastres, las inundaciones, la pérdida de biodiversidad, las sequías, el cambio climático, afectan a las poblaciones más desprotegidas mucho más que al resto. La sociedad necesita una profunda renovación cultural; necesita redescubrir esos valores que constituyen el fundamento sólido sobre el cual construir un futuro mucho mejor para todos.

Las situaciones de crisis por las que está actualmente atravesando nuestra casa común, ya sean de carácter económico, alimentario, ambiental, social o salud, son también, en el fondo, crisis morales. Todos somos responsables del cuidado del planeta, aunque nuestra obligación como seres racionales, es mucho mayor. Tenemos más recursos y nuestra abundancia se mantiene sobre su pobreza. Pero no está todo perdido. Aún podemos cambiar las cosas, como consientes y pensantes que somos: las personas todavía somos capaces de intervenir positivamente. Como ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado. Como nos hemos dado cuenta que nuestro comportamiento consumista es insostenible y destructivo, y que millones de personas sufren sin poder vivir según su dignidad humana por ello, queremos aprender a hacer las cosas de manera diferente. Queremos dirigir nuestra imaginación, creatividad y nuestras capacidades para hacer esas cosas nuevas. La ciencia, la tecnología, la economía, pueden orientarse hacia la construcción de un mundo más fraterno, de un progreso más sano, más humano, más social, más integral.

Las enseñanzas que nos ha dejado el COVID 19 en materia de formulación de políticas públicas en países en vía de desarrollo, son: priorizar las inversiones que generan múltiples beneficios y propósitos a través de una economía sostenible; invertir en educación, salud e infraestructura desde una perspectiva de conservación, protección y sostenibilidad de la biodiversidad; apoyar las políticas de reforestación protectora y productora; invertir en las áreas protegidas; generar respuestas integrales a factores sociales, ambientales y económicos para de esta manera superar la crisis, y tener una conciencia clara de la vulnerabilidad de la sociedad evidenciada en la desigualdad y pobreza. Ahora más que nunca es necesario implementar una economía circular mediante la reutilización de recursos; es decir, que los empresarios articulen sus proyectos con ideas de negocios sostenibles, amigables con el medio ambiente. Finalmente, la falta de conciencia ecológica ha sido toda una bofetada a la creación, a nuestra casa común: “Esa que es como nuestra hermana con la cual compartimos la existencia, y como una madre que nos acoge entre sus brazos”. A cuidarla y amarla a nuestra tierra como Dios nos ha recomendado.