Heredar es algo que a muchas personas les hace gracia, les resulta interesante. Heredar bienes y obligaciones cuando una persona muere, ha sido por siglos una promesa afortunada. Pero, heredar el afán, no sé si describirlo como ventura.
Lo cierto es que, creo que heredé de mi madre y también de mi abuela, sus afanes, sus esperanzas de lo justo, sus aspiraciones. Y así he ido por la vida, esforzándome todo lo posible para conseguir esos ideales de justicia, de bien común, de respeto.
Aunque, hoy sea más difícil de conseguirlo que en el ayer. Quién sabe un día, nos demos cuenta, que a la vida no hay como hacerle trampa, porque las trampas terminan por atraparnos a nosotros, nos agarran de los pies, a veces de las manos, nos amanean, no nos dejan libres por ningún extremo, y así, tenemos que hacer “de tripas corazón”.
En tiempos como los que vivimos, hay quienes creen que la trampa es la forma de ganar en la vida, ríen al aplicar ese adagio popular “Nadie sabe para quién trabaja”, y sienten que hacen “Jaque mate” en el juego del éxito. Pero, la regla no es así, vivimos bajo la supremacía de leyes que gobiernan el universo. No hay quién pueda transgredirlas, por eso, me afano por hacer lo justo, lucho por conseguir el bien colectivo, trato a toda costa de ser respetuosa con el próximo.
En estos días, con la experiencia de unos episodios definitorios en mi existencia, que me permiten ver la completa ceguera en la que vive el resto. Sufro de miopía, pero eso a la vez me ha permitido aprender a ver desde otras dimensiones, esa realidad que ahora se me agiganta, y me dice a través de multi-variables, que las formas del mundo no son tan buenas, ni tan hermosas, cuando se puede ver con claridad las intenciones y los afanes de otros.
¿Cómo no me había dado cuenta? No sabía que cada uno tiene una dimensión de su realidad, pues, la manera de mirar el mundo es muy personal. En mi caso, pensar en lo justo, buscar el bienestar de los demás, tratar de no hacer trampa, de llegar a un objetivo con lo correcto, sin lastimar a otros, es la forma más natural de mi realidad, aunque, un poco distinto de lo que ven los demás.
En estos días recuerdo con mucha frecuencia las clases de segundo grado de primaria, por mi miopía, tuve la necesidad de acercarme demasiado a la pizarra, al cuaderno, al plano de la vida, cosa que para los demás no era necesario. Hoy, con los años me sigo acercando, quién sabe si demasiado, para poder ver y comprender.
No entiendo cómo, así de miope como soy, he podido ver tanto. He conseguido afinar otros sentidos, y he obtenido información que me ha permitido abrir puertas para el bienestar de otros, que a la final es el mío. Y aunque “rara”, creo que los afanes heredados me han dado tanta visión para transitar la existencia.