Aprendiendo a orar

En tiempos de crisis, una parte significa de los cristianos hacen la invitación a rezar. Nos parece oportuno reflexionar sobre el tema a través de experiencias de diferentes personas que nos pueden servir de referencia, aunque no hay una receta pues cada persona, cada grupo, cada organización optan por la que consideran adecuada a sus necesidades y condiciones.

En la década del 70, los militantes de la Juventud Independiente Católica (JIC), encontramos el camino de la oración a través de diferentes momentos, especialmente en: la Eucaristía semanal, los retiros mensuales, retiros anuales y las reuniones de formación semanales.

En una convivencia de estudiantes universitarios, en la Casa Hogar de “Santa Cruz”, un estudiante le preguntó a Monseñor Leonidas Proaño ¿para qué sirve la oración? Mons. Proaño le dijo que “cuando, en 1976, fui detenido junto a obispos, sacerdotes y seglares; me separaron del grupo y pensé que había tres posibilidades para mi persona: ser torturado, expulsado del país o asesinado. Sin embargo, estaba sereno porque para eso me había preparado toda la vida desde el seminario, mediante la oración”.

En el 2011, apareció el libro “Desde este lado del mundo. Oraciones desde el compromiso por la liberación”, los autores (dos religiosos) nos cuentan la historia de la publicación “Hace poco tiempo atrás, el Señor me regaló la posibilidad de peregrinar por la Patria Grande junto a un hermano de comunidad y de sueños… De paso por Cochabamba (Bolivia) compartimos más de una semana la vida de una pequeña fraternidad de Hermanitos del Evangelio… Me llamó la atención que para rezar en comunidad no utilizaban ningún breviario, sino que habían confeccionado un pequeño cuaderno de oraciones latinoamericanas… En reconocimiento a Patricio, a José Luis y a Rigoberto, que nos enseñaron a sintetizar esta experiencia de la lucha y de la fe, va este “Cuaderno de oraciones desde el compromiso por la liberación”.

Hace pocas semanas apareció el libro “Orar al Dios de Jesús y abandonar los ídolos” de Jairo del Agua: “Cuando somos capaces de mantener la «determinada determinación» de hacer oración todos los días, como nos enseñó nuestra Teresa (y el Evangelio), entonces llega la experiencia del encuentro con el «fondo preciosísimo» que todos llevamos dentro. Entonces los miedos al mundo interior que nos atenazaban van desapareciendo (culpabilidad, reproches, resentimientos, exigencia, tensión, voluntarismo, perfeccionismo, dudas, miedo a las dudas por si son tentaciones, desvalorización de uno mismo, imaginación calenturienta, etc.).

A medida que somos «constantes en la oración» (Rom 12,12) se apaciguan las tormentas internas. Y llegará el día en que veas que Alguien se acerca caminado sobre las aguas y dice: «Soy yo, no tengas miedo» (Jn 6,20).

Hay un momento (puntual o histórico) en que la oración es simplemente REPOSO y ESCUCHA a los pies del Maestro (como María en Betania) o DESCANSO en los brazos del Amado (como Juan), o MIRAR, admirar y dejarte mirar (como tantas veces su Madre). Llegados aquí, sólo puntualmente hierven las aspiraciones o duelen las frustraciones. El resultado práctico suele ser PAZ, LUZ nueva para comprender o actuar y ENERGÍA, es decir, FUERZA para poner en práctica lo descubierto y seguir caminando.”