La fecundidad y la relectura de un texto escrito traspasan las barreras del tiempo

La fecundidad de un texto escrito traspasa las barreras del tiempo. Esa palabra que reposa en cada página atraviesa o pasa por varias culturas: a veces discreto, otras causando polémica, otrora inadvertido, pero siempre ofreciendo algo a ese lector que en alguna vertiente de la historia se detiene a hojearlo, a olfatearlo, a sentirlo, a identificarse con él por los planteamientos aún fecundos que ofrece a lo largo del tiempo; así sucede con el pensamiento de Platón, Aristóteles, la Biblia, La Iliada, La Odisea, La Eneida, El Corán, los textos de san Agustín, santo Tomás, El Quijote de la Mancha y tantos otros que no agotan sus múltiples posibilidades de interpretación.

Como señala José Severino Croatto: “La tensión entre un texto fijado en un horizonte cultural que ya no es el nuestro, y ser una palabra viva que puede mover la historia, solo se resuelve por una relectura fecunda” (1994), dado que cada vez que el lector vuelve al texto siempre encontrará algo novedoso; una misma frase a la que haya vuelto cada vez, lo espera con más novedades, como el amor perenne del ser querido que siempre está ahí para ofrecernos nuevas posibilidades de vida, de fragor, de esperanza y de fecundidad en esa porción de lenguaje emitido desde el corazón, porque el corazón es el cerebro, el cual “surgió para reinar, es el rey de la creación. Somos fruto de la evolución genética, de muy variadas formas de adaptación al medio a lo largo de millones de años, y de la adaptación de un cerebro grande que nos permite acumular experiencia, elaborarla y programar la conducta” (Acarín, 2018), como para sentir la tensión y la placidez del texto leído que en una y otra releída nos configura nuevas posiciones de comportamiento hermenéutico.

Por supuesto, esta relectura solo es producto de la libre voluntad del lector para leer y releer lo que él crea que es oportuno hacerlo. Si un lector tuvo la oportunidad de leer uno de los libros de Aristóteles, pudo detenerse a saborear, por ejemplo, el siguiente enunciado propuesto en su libro denominado Metafísica: “El que desee estudiar una ciencia por sí misma, escogerá entre todas las que sea más ciencia, puesto que esta ciencia es la ciencia de lo que posee de más científico. Lo más científico que existe lo constituyen los principios y las causas. Por su medio conocemos las demás cosas, y no conocemos aquellos por las demás cosas. Porque la ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el porqué debe hacerse cada cosa. Y este porqué es el bien de cada ser, que tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres” (2021).

Este texto aristotélico, como todos los textos antiguos, fue procreado en una cultura que no es la nuestra y que, incluso, ya no es ni de los griegos en virtud de que la existencia de Aristóteles data de hace más de 23 siglos y, por ende, esa comunidad de hace tanto tiempo hoy pervive bajo unos parámetros culturales totalmente distintos contemporáneamente; sin embargo, esa palabra aristotélica sigue cruzando todo el espacio temporal y sigue vigente en todas las culturas o comunidades del planeta en donde haya un lector que tenga la oportunidad de acercarse a esta palabra antigua, pero viva hasta hoy y para siempre en la mente del lector que en este momento, y más adelante en la barrera del tiempo, se acercará para saborear, quizá no toda la obra completa, pero sí para releer cuantas veces quiera ciertos pasajes que cada vez le dejarán una huella muy especial en lo hondo de su cognición, puesto que, en cada relectura, sentirá posiblemente lo que afirma Juan Domingo Argüelles: “Placer, alegría y felicidad son emociones que están dentro de la vocación, pues vocación es también inspiración, disposición natural hacia algo, inclinación gozosa que se despierta sin que nadie nos fuerce a ello, lejos de la imposición” (2014) para que, en efecto, con plena libertad, ese lector pueda sentir, a propósito de la cita de Aristóteles: cómo es posible que hasta hoy esté tan vigente la reflexión que hace sobre la ciencia.