El baúl de los recuerdos: Aquella maratón de la longevidad

Efraín Borrero E.

Cuando el cuencano Jaime Eduardo Salcedo Becerra decidió afincarse en esta ciudad de Loja, por el último cuarto del siglo XX, no esperó encontrarse con gente tan maravillosa como la lojana, ni con la oportunidad para arrebatarle a su florido pensil una de sus más bellas flores.

Patricio Rodríguez Riofrío, que fue su “yunta”, término coloquial para expresar que fueron grandes e inseparables amigos, y compartieron sueños con espíritu quijotesco, habla maravillas de Jaime y lo recuerda con inmenso afecto. Dice que con su presencia se empezó a incursionar en el atletismo en Loja. Fue su tenacidad, impulso y conocimientos los que cimentaron la práctica deportiva atlética, habida cuenta que, para ese tiempo, no se conocía sobre las pruebas de pista ni las de campo.  

Jaime se ganó el aprecio de la gente que lo llegó a conocer. Quienes hacían periodismo deportivo los estimaban en sumo grado, al igual que los directivos de la Federación Deportiva Provincial de Loja.

A Jaime se le metió en la cabeza realizar una prueba atlética que pusiera el nombre de Loja por todo lo alto y la llenara de orgullo. Pensó, entonces, en organizar la “Maratón de la Longevidad” en homenaje al Valle Sagrado de Vilcabamba que ya tenía una tradición turística.

Patricio Rodríguez se unió a la iniciativa de su pana y entre los dos le iban dando forma. La noticia sobre la Maratón se regó entusiastamente por todo Loja. Jaime tenía credibilidad por sus conocimiento técnicos y operativos.

Según lo previsto, la Maratón partía desde el parque de Vilcabamba hasta el parque central de la ciudad de Loja; es decir, una prueba para atletas con doble transmisión. Con una cinta métrica midieron de manera exacta la distancia de 42 km, que fue la misma recorrida por el soldado griego Filípides.

Cuenta la historia que el numeroso ejército persa llegó a Maratón con el objetivo de invadir la capital de Grecia. Los griegos, sabiendo que eran numéricamente inferiores y podían ser derrotados, pidieron a sus mujeres que quemaran la ciudad, mataran a sus hijos y a sí mismas, si no regresaban en un día a Atenas. Gracias a la estrategia de su General en Jefe los griegos triunfaron en la batalla. El temor era que si pasaban las veinte y cuatro horas podía iniciarse la destrucción de la ciudad. Para evitar ese desastre, el General griego envió a su soldado más atlético para avisar a las mujeres sobre su victoria. Filípides, que así se llamó el soldado, recorrió los 42 km que separan al sitio Maratón de Atenas, y después de varias horas de carrera, sin probar una gota de agua, logró llegar a la capital gritando “¡Hemos vencido!”, para luego desplomarse y fallecer producto del desgaste entre la batalla y la carrera».

Recordando esa hazaña se incluyó en los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896, la dura carrera de 42 kilómetros a la que llamaron Maratón, considerada la madre de todas las pruebas atléticas.

La Maratón de la Longevidad constituía la prueba más exigente que se haya organizado en el Ecuador, porque se corría en un trayecto que asciende desde la cota de 1.560 metros sobre el nivel del mar en Vilcabamba, hasta los 2.100 en Loja.

Finalmente se decidió que la Maratón se realice el 24 de diciembre de 1982. Durante un año trabajaron intensamente para lograr el objetivo de manera exitosa. Patricio Rodríguez comenta que conformaron un equipo de trabajo con gente que se adhería voluntaria y entusiastamente, como: Fernando Vire, Kléver Peralta, Lucho Granda, Bolívar Cornejo, Ernesto Rodríguez, Fabián Villavicencio, Reinaldo Castro, Fabián Altamirano, William Brayanes, Bolívar Monteros y Roosvelt Barrazueta. La participación del recordado y apreciado Pepe Alberto Coronel y de Radio Centinela del Sur fue determinante para la promoción y difusión del evento. El “Negro” Manolo Mestanza Pacheco, prestigioso periodista deportivo de Diario Expreso también brindó su apoyo.

Contaron con el apoyo de la Federación Deportiva Provincial y de la Gobernación de la Provincia, cuyos titulares fueron Oswaldo Samaniego y Javier Valdivieso Carrión, quienes se mostraron entusiasmados por la iniciativa y dispuestos a colaborar en todo lo que sea posible.

Lo que no hubo fue dinero. Jaime y Patricio, quienes se entregaron con alma, vida, corazón y bienes, viajaron a Quito y Guayaquil para lograr el apoyo de empresarios lojanos.

Algunos artistas lojanos contribuyeron con el diseño del logotipo para exhibirlo tanto en posters como en las camisetas de los deportistas.

En la medida que el tiempo transcurría las fases programadas se iban cumpliendo al pie de la letra: la convocatoria llegó a todos los rincones del país con la debida antelación; se alistaron los jueces de salida, de llegada y de ruta; se organizaron los puestos de hidratación; y, por supuesto, la participación de la Cruz Roja, paramédicos y médicos, por sí alguien se desplomara como Filípides. Es decir, una magnífica y eficientemente organización, a la altura del prestigio lojano.  

Llegó el día previsto y la motivación de la gente en Vilcabamba y en Loja creó un ambiente de grandes expectativas. El espíritu navideño se fusionó con la algarabía de una competencia que por primera vez se realizaba en el Ecuador, como afirma Patricio. En la línea de partida en Vilcabamba más de cien atletas de varias localidades del país estaban dispuestos a triunfar. Hubo algunos lojanos, entre ellos el más “torazo” de Urdessa, un grupo emblemático de personas que ocupa parte del barrio El Pucará en nuestra ciudad: Franco Jaramillo Castillo. También participaron unas pocas mujeres.

A la altura del Cabo Minacho aparecieron en primer puesto Miguel Cabascango y Carmen Cabrera, una destacada velocista. El público aplaudió emocionadamente a los intrépidos deportistas. Al término de la competencia, Víctor Tello, extraordinario caballero y amigo, invitó a su casa para festejar el impecable logro alcanzado.

Posteriormente se organizó la segunda edición de la Maratón en las mismas condiciones. Patricio recuerda la destacada participación de Luis Guillermo González y Valdemar Sánchez Vera.  

Las ediciones tercera, cuarta y quinta se organizaron en la ciudad de Loja, en un circuito urbano de 42 kilómetros, conservando las exigencias técnicas de la competencia. Se consideró que las dos anteriores fueron de “supervivencia”, por el recorrido de extremo esfuerzo.

Para esas ediciones se consiguió que parte de los premios sea la participación en la mundialmente conocida Carrera de San Silvestre en Brasil, lo que motivó una mayor concurrencia de atletas. Para ello realizaron gestiones ante la Federación Ecuatoriana de Atletismo a fin de lograr el aval respectivo; y, por su intermedio, ante la Asociación Sudamericana de Atletismo a fin de que se registre la prueba dentro del calendario de competencias de Sudamérica.

Aquella Maratón de la Longevidad fue un histórico acontecimiento deportivo de Loja que no puede pasar desapercibido, al que desafortunadamente la historia del atletismo nacional ni siquiera menciona, haciendo alarde de mezquino egoísmo.

Nosotros, como colectividad lojana, también hemos olvidado los nombres de Jaime Eduardo Salcedo Becerra y Patricio Rodríguez Riofrío, quienes, a pesar de los sobrados méritos por su incansable labor en beneficio del atletismo lojano, no han recibido el reconocimiento que merecen. 

Ojalá que no esté lejos el día en que se pueda retomar esa loable iniciativa de la Maratón de la Longevidad, tanto por el crecimiento deportivo de los lojanos cuanto porque sería un singular motivo de atracción turística.