P. Milko René Torres Ordóñez
San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales habla de las mociones interiores: aquellos movimientos del corazón que se dan por cuestiones que de fondo queremos conocer, comprender, formular, distinguir…En estos días sentí el deseo de conocer un poco más la vida de Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, religiosa Carmelita que murió en las cámaras de gas de los campos de concentración nazi. Judía convertida al catolicismo, con formación filosófica, asistente de Edmund Husserl en la cátedra de Fenomenología. Aceptó y logró el acercamiento y la escucha al llamado de Dios.
En la vida espiritual hay luchas permanentes en el interior de una persona dispuesta a seguir el camino de Jesús. Una guerra sin fin que alcanza el clímax de la paz en la patria eterna. Decía santa Teresa de Jesús en una de sus clásicas confesiones en clave poética: ¡Cuán triste, ¡Dios mío, la vida sin ti, ansiosa de verte deseo morir! Todo este trasfondo existencial que ha fortalecido la vida de la Iglesia, como el grano de trigo que tiene que morir para que la semilla sea fecunda, nos ubica en primera fila para cuestionarnos con la sentencia de Jesús: He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. El Cardenal Carlo María Martini, con la finalidad de ayudarnos a comprender el texto bíblico, decía que hay tres maneras de leer la Palabra. La primera, es la del párroco que lee el texto y se pregunta: ¿Qué voy a decir? Él lee el texto para preparar su homilía. Cuando encuentra algo que decir, ya no profundiza más en el texto y escribe su homilía. La segunda, es la de quien medita el texto y se pregunta:¿Qué es lo que el texto me dice? Cuando esa persona encuentra algo provechoso para su meditación se detiene y ya no va más lejos. Una tercera, es preguntándose: ¿Qué es lo que el texto dice? Después de todo, el texto bíblico tiene ciertamente algo que decir, habiendo sido transmitido durante milenios, de generación en generación. Siempre hay algo que aprender.Jeremías es amenazado por hablar en contra de la clase poderosa puesto que proclama la palabra de Dios con fuerza. Para Jesús la fe es el combate para vencer a la muerte, porque la ética y la vida han perdido su sentido profundo. Murió y resucitó para que tengamos vida en abundancia. El anuncio del Reino de Dios tiene que ser radical para que nos comprometa en conseguir algo nuevo. Debemos estar en el círculo profético de Jesús. Nuestro mundo será mejor si la radicalidad del amor es auténtica. Este es el fuego en la tierra. La utopía de Jesús, su proyecto liberador, tiene como finalidad cambiarnos, desinstalarnos, abandonar un estilo de vida religioso inerte. La guerra del amor debe ser el revulsivo para alcanzar la paz. El fuego del Evangelio es la esencia de Jesús. La revolución del amor nace y arde en su corazón.