Efraín Borrero E.
En mi baúl añejo guardo un recuerdo maravilloso e indeleble del Dr. Vicente Rodríguez Witt, un lojano colmado de virtudes y valores morales. Médico que en el ejercicio de su profesión hizo de su meritísima trayectoria un santuario de solidaridad humana en defensa de la vida. Su filosofía humanista fue la base esencial de los principios rectores que profesaba.
Se distinguió por su extraordinaria vocación médica haciendo gala de una singular fuerza humana para servir a sus semejantes; para trabajar apasionadamente en largas jornadas con alegría y dedicación, y para imponer la ética como norma de sus acciones, convirtiéndose en testimonio de respeto y admiración.
Llevó la vida con jovialidad. Hombre auténtico que vivió su propia identidad sin falsearla; un hombre verdaderamente bueno que fijó sus propios valores y que expresó su vitalidad a través de su ser personal colmado de exquisitez.
Su gentileza sin par y su porte caballeroso eran parte de su identidad. Su sonrisa siempre lucía a flor de labios. Su espíritu altamente solidario se ponía de manifiesto en sus acciones, especialmente con los pacientes.
En la casa situada en la calle Sucre entre Azuay y Miguel Riofrío de nuestra ciudad de Loja, nació Vicente Rodríguez Witt, el 28 de agosto de 1928, día de San Agustín, abrazado de su hermano gemelo, Eduardo José, quien falleció trágicamente el 18 de marzo de 1962.
Esa casa, construida por su abuelo Ernesto Witt, fue el albergue de connotados científicos que llegaron a Loja, como Teodoro Wolf. También se convirtió en el sitio predilecto para el quehacer literario y musical de las familias lojanas. Fue precisamente en ese ambiente de cultura y arte que su padre, el eximio y preclaro escritor, poeta, pedagogo y periodista, Máximo Agustín Rodríguez Jaramillo, hombre de una moral intachable y honradez a toda prueba, escribió el hermoso Himno a Loja, cuya inspiración irradió el sentimiento de la época: el impulso al trabajo, el crecimiento industrial y la añoranza de Loja franciscana y tranquila.
Su madre, la virtuosa matrona, doña Virginia Witt Añazco de Rodríguez, fue gestora de la creación de la Clínica San Agustín, primera institución de salud privada en la provincia de Loja, quien junto con sus hijos la fundó el 30 de agosto de 1959.
El “doctor Vichito” como cariñosamente lo llamábamos, fue un hombre que se caracterizó por su ímpetu, tesón y ganas de superación constante. En la Facultad de Medicina de la Universidad Central del Ecuador obtuvo el título de Médico Cirujano en 1954, cuando tenían 26 años de edad. Con el título en la mano, como si fuese un pasaporte al matrimonio, le dijo a su encantadora y querida novia, Eliana Maya Naranjo, que estaba listo para llevarla al altar. Efectivamente, una semana después de haberse graduado contrajeron matrimonio, el 11 de noviembre de 1954. Procrearon seis hijos; cinco de ellos: Vicente, Rita, Diego, Felipe y José Rodríguez Maya, siguieron su ruta médica. Nelson se inclinó por las industrias agropecuarias.
Inmediatamente, en compañía de su esposa viajó a Illinois (EEUU) para realizar sus estudios de especialización en cirugía general. Durante cinco años se entregó por entero a asimilar los fascinantes avances de la ciencia médica.
Con el bagaje de conocimientos adquiridos decidió retornar a su tierra natal no obstante las oportunidades que se le presentaron en el país del norte, para unirse al ambicioso proyecto, diseñado y construido por su madre: la Clínica San Agustín, que rápidamente alcanzó prestigio y caló en la confianza ciudadana.
A partir de la instalación de esa casa de salud, el servicio médico marca un hito sin precedentes en Loja. Innovadores procedimientos quirúrgicos y médicos se realizaron para solventar y mejorar las condiciones de salud de los pacientes. Julio Valdivieso Burneo escribió: «Tal fue el prestigio alcanzado por el “doctor Viche” que su conocimiento y competitividad médica suscitó credibilidad nacional. Enfermos de otras ciudades y latitudes del Ecuador atendían su salud en la Clínica San Agustín. Es proverbial su aporte a la ciencia médica a través de la técnica practicada por él para operación de hernias umbilicales, conocida en el país, como la “Técnica Rodríguez”.
Por aquel tiempo se celebró en Guayaquil un importante evento de reconocimiento a los más prestigiosos cirujanos del Ecuador, entre los cuales constaba Vicente Rodríguez Witt.
Su hijo Nelson comenta que la actualización de conocimientos y capacitación forjaron su excelencia profesional. Mantuvo la suscripción mensual de la Revista Científica “Surgery”. Participó activamente en algunos cuerpos colegiados y sociedades científicas con quienes intercambiaba criterios.
Fue un compañero leal en el dolor y en el sufrimiento de sus semejantes, coherente con su forma de pensar. Su diario vivir fue un testimonio de lo que creía. Protegió la vida desde la misma concepción hasta el último suspiro, insistiendo siempre en respetar la dignidad de las personas.
En sus manos y en su capacidad profesional, muchos enfermos encontraron alivio; nacieron miles de niñas y niños; y, bajo su tutela, se forjaron nuevos profesionales.
Haciendo gala de sacrificio y abnegación no escatimó esfuerzo alguno para desempeñar cargos, además de la docencia universitaria, que se relacionaban de manera especial con el desempeño de su profesión. Pero sin duda, su obra más destacada fue en la Sociedad de Lucha Contra el Cáncer, Solca. Su pasión, empeño y contingente fueron evidentes.
Los enfermos de cáncer de Loja tenían que viajar a Cuenca, Quito o Guayaquil en procura de atención, generando verdaderas tragedias humanas.
Por sus méritos profesionales y de servicio social, la Municipalidad de Loja, el Consejo Provincial, el Gobierno Nacional y el Ministerio de Trabajo y Recursos Humanos le otorgaron las más altas condecoraciones y reconocimientos. Su Santidad Pío XII le hizo llegar la medalla y pergamino “Pro Ecclesia et Pontífice”.
Su cariño por Loja no era un simple enunciado, prefería recorrer los pueblos de la provincia y disfrutar de las deliciosas aguas de sus ríos, que emprender viajes al exterior.
Son muchas las anécdotas que se pueden contar de Vicente Rodríguez Witt, una de ellas cuando en el set del Canal 4 de la televisión lojana, un grupo de damas organizó un show artístico para recaudar fondos a fin de auxiliar a los damnificados del terremoto ocurrido el 9 de diciembre de 1970, que causó graves daños en la provincia de Loja.
Vicente Rodríguez Witt con su primo Antonio Espinosa Witt estuvieron allí: “venimos a colaborar cantando una canción, si es que eso se llama cantar», e interpretaron “A la Huacachina”, canción peruana. Ese era su espíritu solidario.
El destino de la vida nos privó de un ser inolvidable, cuya cálida figura perdura en la memoria colectiva con singular afecto. Vicente Rodríguez Witt falleció en Loja, el 30 de marzo del 2006, a la edad de 78 años.
Nelson dice que en la actualidad no sólo sus hijos prestan sus servicios en lo que hoy se conoce como “Hospital Clínica San Agustín”, sino que varios de sus nietos se han sumado a esa gran cruzada para continuar la posta, que, en su tercera generación, suma una docena de médicos dispuestos a dar lo mejor de sí para honrar de esta manera un nombre que es referente en la medicina local y nacional, y cuyo legado es inconmensurable.
A Vicente Rodríguez Witt lo tendremos presente por su especial carisma. De él nos queda el recuerdo luminoso de una vida inmensamente fecunda.