Una voz por los vulnerables

Por: Sandra Beatriz Ludeña

Está prohibido alzar la voz, más si te humillaron, si te discriminaron, si te robaron la paz. Quizá esta proclama parezca un monstruo que habla de aquello que la generalidad no quiere oír. Yo soy una voz que es el grito al que quisieran silenciar, pero, la hierba es, simplemente es. Y persiste, se extiende a sus anchas, por crecer.

Está prohibido darle voz a los vulnerables, por eso, dicen que no hablo por otros, que solo hablo en sentido personal. Es mejor hacer pensar que la lucha es de uno y no de tantos.  Está prohibido señalar que a título del interés individual avasallaron el interés colectivo. 

Está prohibido criticar los opresores, los prevaricadores, denunciarlos, ponerlos al descubierto, a pesar de que es mandato de la Carta Magna, y por eso, intentan engañar dando siempre pato por gato que parece y no es liebre.

Por eso, tienen derecho a maltratar, discriminar, vulnerar derechos. Porque cómo puede atreverse una voz que grita, que es insolente, que irrumpe sin respeto a los altísimos poderes. Cómo puede restregar en la cara de la opinión ciudadana todo lo ocultado por años de silencio. 

Está prohibido desenmascarar, luchar por lo justo, por lo equitativo. Y por esto, hacen que todos miren hacia otro lado, apuntan hacia otro blanco, al que pueden manipular. Está prohibido señores, está prohibido.

Y rechazan, desprecian esta voz que es grito, porque descubre un retrato anamórfico y distorsionado de nuestra política social. Donde decimos que protegemos cuando desprotegemos, donde decimos que hay ley pero no justicia, donde lo anormal ha llegado a ser normal.

Las declinaciones de lo justo han ido precipitándose por ese sendero yerto y, propiamente con los vulnerables se han ensañado. Los ancianos son olvidados, discriminados, al final ya no cuentan, no tienen voz. Los niños, dependen de circunstancias que dejen algún provecho vanaglorioso, y si no, huérfanos, nacidos en hogares disfuncionales, rechazados, pobres, sin figura ni protección paterna, llevan condena de lo peor.  Las mujeres embarazadas son repudiadas, por eso, en los empleos firman contratos con cláusula fija, porque es prohibido gestar, prohibida la lactancia, prohibida la maternidad, prohibida la carga familiar. Ni se diga de las capacidades especiales, está prohibido decir, está prohibido emplear.

Está prohibido enfermarse, una enfermedad catastrófica es un estigma que provoca lástima, pero no ayuda. Y está prohibido caer en desgracia, aunque la Carta Magna diga que hay que darles atención y prioridad, crear políticas, programas para procurar rescatarlos. Está prohibido brindarles ayuda, menos darles voz.  ¡Está prohibido decir!, ¡está prohibido hacer!, ¡está prohibido!