Por: Lcdo. Augusto Costa Zabaleta
La acepción estética – humanista de la cultura refiere, en concreto al corpus de obras intelectuales y artísticas en general con las cuales el espíritu humano se puede regocijar de su creatividad y belleza, en sentido amplio, al margen de toda utilidad material o productiva, a diferencia de la moción ilustrada, esta moción no implica necesariamente tanto una jerarquización cuánto una delimitación del campo donde se expresa la cultura y a diferencia de la noción antropológica, esa delimitación del dominio de la cultura es muy concreta, abarca campus bien concretos (arte, literatura, filosofía, etcétera).
El reloj de la cultura en la acepción ilustrada corre hacia delante: la cultura es el nombre de lo que cumplirá en su realización, las proyecciones delineadas; en él elitismo cultural, en efecto, es la selección la que da, en el marco de la comparación; es aquello que sirve para cultivar nuestro espíritu (y así cumplir las proyecciones humanas) es lo estrictamente cultural, diferente de lo que no sirve para esos fines.
La acepción antropológica, por el contrario, surge sobre todo de la comparación que se establece entre el grupo amplio de pertenencia y grupos extraños, exóticos, radicalmente diferente.
No creo que haya necesariamente una fórmula correcta para conceptualizar la cultura; lo ideal, claro, sería tener distintas palabras para significar cosas diferentes, pero se carece de esa ventaja y hoy por lo menos, no se puede distinguir sus diferentes usos, qué es lo que se trata de hacer, mediante la selección de tres acepciones diferentes.
El cambio social y tecnológico que, respectivamente, era tan raro y suavemente escalonado en las sociedades premodernas, bajo las condiciones actuales de vida acontecen sin pausa ni descanso; estas transformaciones, ligadas en general a un statu quo moderno basado en el desarrollo, sin implicar una forma de “cambio constante” cultural, en tanto la cultura se articula en el cambio de las técnicas de producción, en la Revolución técnica; una innovación tecnológica puede generar importantes cambios culturales, de la misma forma que los cambios culturales muchas veces allanan el camino para innovaciones tecnológicas; las fuentes del cambio cultural, como se aprecia, son variadas, algunas veces es más fácil divisar las económicas, otras las tecnológicas, otras las políticas y otras las militares; finalmente lo específicamente cultural ha de entenderse como aquello que, sobre todo en un nivel simbólico e intangible en su contenido significativo, caracteriza el modo de ser de grupos humanos de diversos tamaños, como ya se percibe: lenguaje, costumbres, normas, creencias, valores, etcétera.
Bauman con lucidez explica que: “estar estructurado y ser capaz de estructurar parecen dos núcleos gemelos de estilo humano de vida, eso que llaman cultura”; Georg Simmel señala algo parecido: “hablamos de cultura cuando el movimiento creador de la vida ha producido ciertas formaciones en las cuales encuentra su exteriorización, las formas en que se realiza, dando contenido y forma, lugar y orden”.
En razón de un bagaje de conocimientos y cimentada experiencia, me atrevo a definir la cultura como: es un acervo de conocimientos, valores y tradiciones del ser humano, a través de los tiempos, que ilustra la mente humana y que, con entereza y certeza, son fuente del saber del presente y la posteridad.