La devaluación de la palabra

POR RUY FERNANDO HIDALGO MONTAÑO

En nuestro país, al termino devaluación se lo relaciona más con la moneda pues, los que tenemos un poco de memoria activa recordamos cuando aún vivía el finado sucre las devaluaciones constantes que teníamos que soportar todos los ecuatorianos en pos de una estabilidad económica que hasta la fecha la seguimos esperando y nunca llega; ni con el dólar que ahora circula en el sistema financiero nacional, ni con los sucesivos endeudamientos con los fondos de crédito internacionales.

Sin embargo, lo lamentable es que, nos damos cuenta de que no solo nuestra moneda se devaluaba, sino otras cosas mucho más importantes también lo hacían una de esas cosas que están perdiendo peligrosamente valor es la palabra cumplida, mi abuelo decía, “Hijo ocúpate con todo el esmero del que seas capaz de que tu palabra empeñada valga más que cualquier documento firmado y notariado”. Él sostenía que el cumplimiento de las promesas y ofrecimientos hechos, por muy simples que estos sean deben ser respetados y honrados a toda costa. Pero creo que esta actitud se la practica cada vez con menos frecuencia en estos tiempos y en todo esto tiene mucho que ver el entorno hogareño y social en el que nos desenvolvemos en los actos de la rutina diaria, en los que no seguimos esta conducta llena de sabiduría y ética para nada, ofrecemos muchas cosas que sabemos no podremos cumplir. Lo inquietante es que este proceder, se va volviendo más generalizado e invadiendo todas las esferas sociales.

Pero cuando más duele este tipo de comportamiento, es cuándo compromete los intereses de los demás. Hace pocos días fuimos testigos de un verdadero baratillo de ofertas que estoy seguro se cumplirán en un bajísimo porcentaje, dada la complicada situación de los cantones del país, que para nadie es ajeno soporta una enorme crisis de valores fundamentales, entre ellos el honrar la palabra empeñada ante el pueblo, que pese a los ofrecimientos incumplidos, le sigue creyendo a los mismos.

Y en este ir y venir de falsas ofertas de campaña, le van quitando ese poquito de confianza que todavía le queda el pueblo.  La falta de palabra es un irrespeto a los demás porque no se valora el tiempo de los otros porque pareciera que se ignora y no se toma en serio a la persona a quien se da la palabra o se le realiza una promesa

En un entorno donde cada día se pierden una serie de principios morales y éticos, no debería sorprendernos que se pierda el respeto a la palabra, sin embargo, no deja de molestarnos. En pleno siglo 21, la sociedad experimenta un retroceso preocupante que ojalá se vayan superando paulatinamente por el bien de  todos.