¡A monseñor Luis Cabrera le alarmó el odio!

César Augusto Correa

El odio ha sido protagonista de primer orden en los acontecimientos políticos del Ecuador desde 2007. Lo ha sido desde mucho antes, pero se exacerbó a partir de la llegada de Rafael Correa a la Presidencia, como era natural que brotara a borbotones en el momento en el que se instaló por primera vez en el Ecuador un gobierno que en todas sus decisiones hacía prevalecer el interés del Estado, mejorando automáticamente las condiciones de vida de los trabajadores, despertando fuertes expectativos de que se multiplique la inversión pública.

Desde 2007, los medios de comunicación más grandes del país han destilado odio todos los días, como para llenar muchos toneles. Un odio que ha envenenado hasta lo más profundo del alma de los ciudadanos ingenuos que creen en todas las monstruosas calumnias que ha inventado la prensa. Un odio que ha sido útil para que, desde 2017, el banquero Guillermo Lasso pudiera desplegar una larga serie de actos legislativos, administrativos, judiciales, algunos claramente inconstitucionales, para desmantelar la obra pública y los excelentes servicios de los que llegó a disfrutar la ciudadanía.

El odio ha llegado a enloquecer a algunos personajes como Andrés Páez, que prometió incendiar Quito. Enloqueció a Julio César Trujillo y lo llevó a hacer tabla rasa de los más acariciados principios del Derecho Universal actual. Enloqueció a los más altos magistrados de la función jurisdiccional, que llegaron a tramitar juicios y emitir sentencias pasmosamente írritas. Un odio que ha permitido la locura de que el país aún lo soporte a Guillermo Lasso, después de tanta destrucción y perjuicio causados a la sociedad ecuatoriana.

Después de que el odio ha corrido como río caudaloso por más de 15 años en nuestro medio ¡recién lo percibe monseñor Luis Cabrera, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, y ha abierto la boca! Para decirnos que “es hora de un gran acuerdo nacional, en el que todos los sectores, grupos y movimientos puedan sentarse a la misma mesa, dejar de lado rivalidades y resentimientos”. El correísmo no necesitó esa opinión y le quiso dar gobernabilidad a Lasso. Pero el presidente de la República no escuchará a Cabrera y seguirá hasta el último con sus agresiones y ferocidad contra el pueblo, el Derecho, la Democracia, la paz, la seguridad ciudadana…

Muy tardías las palabras de monseñor Cabrera, hasta inoportunas y parcializadas. Monseñor Cabrera es culpable por omisión, ha conducido mal a los católicos ecuatorianos, ha defraudado a la Iglesia.