Leer y escribir desde un comportamiento ecológico-político y psicolingüístico

Galo Guerrero-Jiménez

La marginalidad y la exclusión que hoy viven muchos ciudadanos para tener acceso a una plaza de trabajo, a la cultura, a la educación y a la incorporación adecuada de la tecnología para buscar información, se debe a que no han podido incorporarse al mundo de la lectura y de la escritura para que tengan acceso al conocimiento de una manera en la que sea posible una adecuada interpretación del mundo que les rodea desde una actitud en la que el disfrute lector los encamine a una reflexión profunda para, desde el conocimiento debidamente razonado y procesado mentalmente, sea factible asumir un comportamiento cognitivo, psicolingüístico, ecológico-político y filosófico para relacionarse con la otredad, es decir, con el texto y, desde él, con el prójimo con el cual es posible incorporarse al mundo de la comunicación.

Lamentablemente, esta marginación ecológico-política y educativa se debe, en parte, a que, como señala Beatriz Helena Robledo, “la escuela redujo la enseñanza de la lectura y la escritura a un asunto mecánico, desnaturalizando una práctica que en contextos culturales y sociales resulta potencialmente fuerte y rica para el desarrollo de la vida humana” (2010) tanto en sus variantes estéticas, axiológicas y éticas que desde el análisis y la reflexión ponderada de un texto leído con la suficiente fluidez filosófica, muy bien nos podría encaminar a la selección de un lenguaje en donde la palabra movilice “las pasiones y los efectos alegres, recombinándolas y vivificándolas, haciendo creación singular y social, potenciando la libertad y la dignidad humanas, conformando un querer vivir como desafío, desde una pedagogía de la pregunta, desde una pedagogía de la libertad y la autonomía” (Aparicio Guadas, 2021) que nos impulse voluntaria y reflexivamente a una filosofía de la FORMACCIÓN social, política, ecológica y psicolingüística desde el movimiento perenne de la alteridad más sentida y expresada frontal, sencilla y amorosamente.

En esencia, este fracaso para acercarnos amorosa y apasionadamente al libro, a la lectura, a la escritura, sigue aun teniendo múltiples seguidores que por millares pululan en las aulas de todos los niveles educativos; pues, como insiste Robledo, “en muchas aulas de nuestras instituciones educativas se siguen considerando la lectura y la escritura como simples habilidades que se desarrollan a partir de ejercicios mecánicos y repetitivos, y no como procesos de pensamiento que permiten la construcción de sentido de la realidad y transforman constantemente los esquemas de conocimiento del ser humano y mucho menos como prácticas sociales y culturales” (2010).

Pues, para el lector es vital aprender a seleccionar una lista de libros humanamente significativos y bien editados desde la orientación de un mediador competente que lo promueva a rechazar el tratamiento rutinario de la lectoescritura como si se tratase de un mero conjunto de conocimientos para memorizarlos o hacer una tarea; y, a su vez, que entre en ejecución una lectura en la que el estudiante o un lector determinado tenga la posibilidad axiológica, estética y autónoma para entablar opiniones sobre sus inquietudes, y que pueda libremente hacer juicios y considere en su emocionar más profundo “por qué ha respondido de determinada forma, está aprendiendo tanto a leer más adecuadamente como a buscar el significado personal” (Rosenblatt, 2002) de lo leído. Pues, que ese lector pueda darse cuenta que “cada uno lee desde sí mismo; desde su conocimiento sobre el tema, pero también, desde su experiencia, desde su interioridad. Su propia visión del mundo determina en gran medida la significación que adquiera para él ese texto” (Robledo, 2010) en el diario convivir de su cotidianidad socio-educativo-político-ecológica. Así, la apertura al mundo será una constante inquietud para abrirse estética y éticamente desde su más genuina alteridad, con el ejercicio de su propia voz y de su compostura ecológico-política y humanístico-vivencial.