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“Me gusta saludar por lo que empieza más que por lo que termina. Me gusta más la esperanza que la melancolía. Me gustan más los proyectos que los fracasos. Me gusta pensar que adelante hay más vida”. Eduardo Galeano
Luego de las elecciones del 20 de agosto, ha llegado el momento de la esperanza y de la alegría. Es tiempo de perdonar y limpiarnos el alma de los escupitajos que lanzaron el odio y la violencia. Es el momento histórico de continuar con los compromisos que harán realidad nuestros sueños.
La reconstrucción del Ecuador es tarea de los hombres y las mujeres, la niñez y la juventud, la madurez y la ancianidad, los habitantes del campo y la ciudad.
Los cambios que necesita nuestra querida patria están fundamentados en nuestra historia. Debemos investigar, conocer y valorar los aportes de los pueblos originarios que nos enseñaron una cultura de solidaridad, amor a la tierra dedicación heroica al trabajo creador. Es hora de estimar el heroísmo de los patriotas que dieron su vida por la libertad que hoy disfrutamos. Es el momento de reconocer las luchas de los obreros, campesinos e indígenas para construir un país, como dice nuestra constitución en el art. 1 “El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico. Se organiza en forma de república y se gobierna de manera descentralizada”.
Es la hora de caminar por los senderos de la alegría y esperanza como nos convoca el papa Francisco: “Con tres pinceladas la Iglesia nos dice cuál debe ser la actitud cristiana: alegría y esperanza juntas”. Así, “la alegría hace fuerte a la esperanza y la esperanza florece en la alegría”. Y «ambas, estas dos virtudes cristianas, indican un salir de nosotros mismos: la persona alegre no se cierra en sí misma; la esperanza te lleva allí, es el ancla que está en la playa del cielo y te saca fuera». De este modo, podemos “salir de nosotros mismos con la alegría y la esperanza”. Se trata de una reflexión que hace referencia al pasaje evangélico de Juan (16, 20-23) propuesto por la liturgia.
“El Señor nos dice que habrá problemas —continuó el papa—; y en la vida esta alegría y esperanza no son un carnaval, es otra cosa, pues hay que afrontar las dificultades”. Francisco volvió a proponer “la imagen que usa el Señor hoy en el Evangelio: la mujer cuando llega a la hora del parto”. Sí, explicó, “la mujer, cuando da a luz, experimenta el dolor porque ha llegado su hora; pero cuando nace el niño ya no se acuerda del sufrimiento”. Y es precisamente “lo que hacen, en nuestra vida, la alegría y la esperanza juntas cuando pasamos por tribulaciones, cuando tenemos problemas, cuando sufrimos”. No se trata, ciertamente, de “una anestesia: el dolor es dolor, pero vivido con alegría y esperanza te abre la puerta a la alegría de un fruto nuevo”. “Esta imagen del Señor nos debe ayudar mucho en las dificultades”, aseguró el papa, también en las “peores, en las situaciones feas, que incluso nos hacen dudar de nuestra fe”. Pero “con la alegría y la esperanza sigamos adelante, porque después de esta tempestad llega un hombre nuevo, como la mujer cuando da a luz”.