Diego Lara León
Cada presidente del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, dura en promedio 20 años en ese puesto y cuando es reemplazado, quien asume el cargo fue su número dos por varios años. EL presidente del Banco Central del Perú dura en su cargo también muchos años. El presidente ejecutivo y el CEO de las grandes corporaciones mundiales permanecen en sus cargos (si hay resultados) también en promedio 20 años y esas corporaciones son ejemplo de innovación y evolución. Los Rectores de las Universidades mas prestigiosas del mundo duran en el rectorado entre 10 y 15 años, algunos mucho más tiempo. Se imaginan la cantidad de conocimiento que habrán acumulado estos directivos en ese tiempo.
Las organizaciones más sólidas del mundo tienen la figura del “past presidente”, que no es otra cosa que tener a quien fue el líder de una organización, como asesor, como consejero del nuevo presidente. Y este pasado presidente o CEO, asesora, nunca critica en público, menos se convierte en “opositor”. No hay peor acto de inmadurez y envidia que hablar mal del sucesor.
En estos días de transición presidencial en el Ecuador, leo como se sataniza la mínima posibilidad que el presidente electo converse con ex presidentes, cuando eso en cualquier país civilizado del mundo es normal.
Mientras escribo esta reflexión recuerdo una frase de uno de los últimos libros escritos por el gran literato lojano Dr. Félix Paladines. Este caballero de las letras y de la vida, en su libro ¿Por qué escribir la historia desde la periferia?, escribió: “la historia no es solo lo que pasó y murió, la historia es lo que pasó y alimenta el presente. El presente es más vivo y más rico si la historia lo nutre”.
Esta frase me transportó hace casi 25 años cuando mi primer jefe despidió a un alto ejecutivo que había contratado días atrás, lo despidió inmediatamente después que éste dijo: “en esta empresa voy a partir de cero, vamos a hacerlo todo nuevo, vamos a escribir la historia de esta empresa desde hoy”. No hizo falta que me explique el porqué de su decisión; resulta que, aquella empresa tenía en ese entonces mas de 30 años de vida. No se puede desconocer o “votar por la borda” tantos años de experiencia, tantos años de aciertos y errores, tanto camino recorrido.
Que hoy nuestra empresa, nuestra ciudad o nuestro país estén donde están, es porque muchas personas trabajaron para que lleguen a ese lugar. Lo que la historia juzgará no es donde asumimos el reto, sino donde dejaremos a la empresa o al país, que es nuestro reto.
Debería ser una obligación que un gerente, un alcalde o un presidente que termina su periodo de servicio, escriba sus memorias. No hay mejor forma de entender el presente y proyectarse al futuro, que estudiando el pasado. Para comprender el pasado alguien debe escribirlo, y alguien debe estudiarlo.
Se suele decir que “luego de la batalla todos son generales”. Escribir las memorias, permite que entendamos las causas y el entorno que obligó a una autoridad a tomar una o varias decisiones que incidieron positiva o negativamente en la sociedad.
Las organizaciones mas sólidas tienen la figura del “past presidente”, que no es otra cosa que tener a quien fue el líder de una organización, como asesor, como consejero del nuevo presidente.
En nuestra sociedad, existe la errada costumbre de considerar al anterior líder como enemigo del actual y el actual como enemigo del futuro líder.
Ciertos “asesores políticos” recomiendan al futuro presidente, atacar y desacreditar a la autoridad anterior o a quienes compiten por un cargo de elección popular en disputa. Si seguimos con esas viejas prácticas, ¿creen ustedes que tendremos resultados diferentes?
En fundamental conocer del pasado por quienes lo construyeron, para poder entender nuestro presente y trabajar por el futuro.
@dflara