No siempre se es profeta en otra tierra

Por Ruy Fernando Hidalgo Montaño

Las historias son incontables, van desde familias desechas, hasta asesinatos crueles, con una violencia increíble entre seres humanos.  Por una xenofobia absurda que origina que gente de un país determinado, se crea de una raza superior a los que provienen de otra nación, y todo por los índices económicos de cada lugar, que le ponen etiqueta de primer o de tercer mundista, de país rico o país pobre, como si de ello dependiera la calidad humana de las personas.

En días recientes, hemos sido testigos de verdaderos dramas de compatriotas que, seducidos por el sueño de conseguir un futuro más venturoso para los suyos, dejaron Ecuador y se aventuraron en un viaje incierto, en el que muchas veces solo encontraron desilusión y muerte. Lo más patético de esto, es que por lo general las victimas provienen de los estratos sociales más desposeídos, por ende, son presas fáciles y muy apetecidas por una lacra humana conocida como los coyoteros. Gente sin ningún escrúpulo, que se aprovecha de la ingenuidad de personas humildes, quienes hechizadas por sus promesas ponen en riesgo el patrimonio familiar forjado por décadas de incesante trabajo. Se lo juegan todo por un espejismo, y cuando vuelven a la realidad, se enfrentan cara a cara con la soledad, la separación, y en muy frecuentes casos con la muerte.

Un canal de televisión nacional, estas semanas, nos ha relatado historias realmente desgarradoras de padres, hermanos, madres desoladas por hijos, que partieron y de los cuales nunca volvieron a saber, transmiten su pesar con el corazón trémulo de angustia, nos cuentan que dejaron embargando sus bienes y contrajeron inmensas deudas, por las que ahora deben responder los que se quedaron, en ese intento están más pobres que nunca.

Un refrán popular, ya lo dice “A veces el remedio es peor que la misma enfermedad”. Lamentablemente, ocurre así, claro que el deseo de superación es absolutamente justificado, pero midiendo los riesgos, pero cuando ese deseo se convierte en ambición, estamos perdidos por que simplemente perdemos la cordura, lo cual nos torna en seres cegados, por buscar lo que nos negó el destino a toda costa. Entonces es cuando entran en juego los avivatos de siempre, tipejos con una mente fría y calculadora que nos dicen que en otros lares la vida es más hermosa y el pan jamás escasea, y que ellos por una módica suma de dinero podrían llevarnos hacia esa tierra mágica en donde por decreto se abolió el sufrimiento y la necesidad, y solo existe confort  y  abundancia, lo malo es que aún hay gente que les cree, y es ahí cuando los coyoteros hacen de las suyas con los incautos y los encaminan hacia una realidad ficticia de la que los ilusos se dan cuenta demasiado tarde en medio del desierto y devorados por el sol. Quiera Dios que nuestra gente, tome plena conciencia de que si no hay las suficientes garantías no debe salir del país, y recuerde que no siempre se es profeta en otra tierra.