Efraín Borrero E.
El presidente electo, Daniel Noboa Azin, ha asignado a su vicepresidenta, Verónica Abad Rojas, la función de “velar por el bienestar de los migrantes, proteger sus derechos y ‘agilizar’ los trámites para la reunificación familiar”, así como fortalecer los lazos con el Caribey “mejorar las relaciones que Ecuador mantiene con las naciones africanas”. Es decir, la vicepresidenta tiene asegurado su quehacer.
Lo digo así porque la Constitución de la República determina que “la vicepresidenta o vicepresidente de la República, cuando no reemplace a la presidenta o presidente de la República, ejercerá las funciones que ésta o éste le asigne”.
Si es que quien ejerce la vicepresidencia no reemplaza al presidente, como ha ocurrido en los últimos tiempos, ni tiene función alguna que cumplir, no le quedaría otra cosa que dedicar su tiempo a pensar en el calentamiento global y a percibir su remuneración.
El cargo de vicepresidente ha existido desde el inicio de la república en 1830. Su primer titular fue José Joaquín de Olmedo durante la Presidencia de Juan José Flores. Sin embargo, fue suprimido por la Asamblea Constituyente en la que se eligió a Eloy Alfaro, presidente Interino. Antes, se había eliminado el cargo en unas dos o tres ocasiones. Luego fue restituido el 31 de diciembre de 1946 que eligió presidente a José María Velasco Ibarra.
A lo largo del tiempo el vicepresidente ha tenido varios roles, dependiendo de la Constitución vigente; por ejemplo, desde 1946 a 1963, el vicepresidente ejercía la presidencia de la Cámara del Senado. Entre 1978 y 1998 era el presidente nato del Consejo Nacional de Desarrollo; y, desde 1978, el vicepresidente puede tener las funciones que le asigne el presidente de la República.
Con base a la referida Constitución de 1946 y a la Ley de Elecciones promulgada en 1947 se llevaron a cabo los procesos electorales para elegir presidente y vicepresidente de la república, tomando en consideración tres aspectos: no había el sistema de binomio presidencial, sino que los candidatos a presidente y vicepresidente presentaban sus candidaturas por separado.
La papeleta electoral encabezaba con las siguientes palabras: “Para presidente de la República”; y, “Para vicepresidente de la República”, y a continuación iba la nómina de los candidatos colocada horizontalmente en columna paralela con una raya divisoria en cada borde.
Otro aspecto fue que no había la segunda vuelta electoral o balotaje. Verificado el escrutinio, el Tribunal Supremo Electoral lo hacía llegar al Congreso el primer día de sesiones, con todos los documentos justificativos. El Pleno del Congreso declaraba electo al ciudadano que hubiere obtenido el mayor número de votos.
El último aspecto fue que el voto era obligatorio para los hombres y facultativo para las mujeres.
Bajo estas condiciones se llevó a cabo el proceso electoral del 06 de junio de 1948 habiendo ganado Galo Plaza Lasso para presidente y Abel Gilbert Pontón, de la misma tendencia política. Abel Gilbert fue un ilustre médico guayaquileño fundador de la reconocida Clínica Guayaquil.
Luego triunfó José María Velasco Ibarra en el proceso electoral del 01 de junio de 1952 y también su candidato a vicepresidente, Alfredo Chiriboga. Fue la tercera administración velasquista y la única que logró concluir.
En las elecciones realizadas el 05 de junio de 1956 ganó Camilo Ponce Enríquez y con él su candidato a vicepresidente, el guayaquileño Francisco Illingworth Icaza. Esa elección fue muy reñida ya que Camilo Ponce ganó a Raúl Clemente Huerta con la mínima diferencia de 2.773 votos, los cuales, según afirmaban los partidarios liberales, “cayeron del cielo sureño”.
En el proceso electoral realizado el 05 de junio de 1960, José María Velasco Ibarra triunfó sobre sus tres contendores, constituyendo su cuarta administración. Así mismo alcanzó la máxima votación su candidato a vicepresidente, Carlos Julio Arosemena Monroy.
En este período presidencial se produjo el primer impasse entre las dos más altas autoridades del gobierno durante el siglo XX, provocando un distanciamiento que se acentuó cada vez más hasta que Velasco Ibarra rompió la Constitución y se proclamó dictador el 07 de noviembre de 1961. Ese mismo día Carlos Julio fue encerrado en el penal García Moreno. Pero Velasco Ibarra no contó con la dura reacción popular y fue derrocado por las Fuerzas Armadas. “El Congreso Nacional, en la madrugada del 08 de noviembre, declaró el abandono del poder por parte de Velasco Ibarra y nombró a Arosemena Monroy, presidente constitucional, siguiendo la sucesión constitucional, siendo liberado el mismo día y posesionado momentos después”.
Carlos Julio también fue derrocado por los militares en julio de 1963, quienes formaron una Junta Militar de Gobierno que duró hasta el 29 de marzo de 1966. Desde esa fecha hasta el 31 de agosto de 1968 se produjo los interinazgos de Clemente Yerovi Indaburu y Otto Arosemena Gómez. En esa Asamblea Constituyente se aprobó la Constitución de 1967 que, entre otras cosas, determinó la obligatoriedad del voto para hombres y mujeres.
Bajo el imperio de la Constitución de 1967 se llevó a cabo el proceso electoral del 02 de junio de 1968 en el que nuevamente salió triunfante José María Velasco Ibarra, en la que sería su última administración presidencial. Pero ocurrió lo inesperado con su candidato Víctor Hugo Sicouret a la Vicepresidencia, ya que perdió ante su opositor Jorge Zavala Baquerizo, que fue el candidato de Andrés F. Córdova Nieto.
Allí se armó el relajo porque Velasco Ibarra y Zavala Baquerizo eran opositores políticos irreconciliables y de carácter fuerte. El presidente no le paró bola para nada. Lo marginó de las sesiones de gabinete y de la toma de decisiones en general. No le dio oficina a pesar de que Zavala amenazó con poner un escritorio en la Plaza Grande. No le quedó más que refugiarse en el Palacio Legislativo.
Ante tan delicada situación amigos comunes intervinieron para que se deponga el antagonismo, pero los esfuerzos fueron infructuosos, especialmente por el temperamento de Velasco Ibarra quien dijo que “los vicepresidentes son conspiradores a sueldo”, frase que se volvió histórica.
En 1970 Zavala Baquerizo perdió el cargo porque Velasco Ibarra se declaró dictador, hasta que el 15 de febrero de 1972 fue derrocado nuevamente por los militares, quienes, en definitiva, gobernaron el país hasta 1978.
Con el proceso electoral de ese año 1978 retornó la democracia al país. Para entonces el régimen jurídico imperante determinó nuevas condiciones: se estableció el sistema de binomio presidencial; esto es, cada candidato a presidente con su respectivo candidato a vicepresidente; y, se implementó una segunda vuelta electoral en caso de que ningún candidato haya obtenido la mayoría absoluta de sufragios en la primera vuelta.
En esas elecciones triunfó Jaime Roldós Aguilera junto con su binomio Osvaldo Hurtado Larrea. Jaime Roldós falleció en un trágico accidente aviatorio el 24 de mayo de 1981 y su vicepresidente asumió el poder. El Congreso llenó esa vacante designando a León Roldós Aguilera tras intensos debates que tuvieron varios momentos accidentados. Las relaciones entre presidente y vicepresidente tuvieron momentos de tensión en algunas circunstancias, pero no llegó a mayores.
En 1984 asumió la presidencia León Febres Cordero Ribadeneyra y, su binomio Blasco Peñaherrera Padilla la vicepresidencia, quien tuvo enfrentamientos verbales con el primer mandatario. Peñaherrera publicó el libro intitulado “Viernes Negro” en el que dejó constancia de esas irreconciliables distancias. Las divertidas caricaturas que se publicaban en los diarios nacionales destacaban a Peñaherrera junto a un serrucho.
Rodrigo Borja Cevallos asumió el poder en 1988 junto con su binomio Luis Parodi Valverde, quien cumplió normalmente las funciones que le correspondieron, y entre los máximos dignatarios siempre hubo una ejemplar relación armónica durante los cuatro años.
Alberto Dahik Garzozi fue el vicepresidente de Sixto Durán Ballén, elegidos en 1992. No terminó su mandato, pues fue sometido a un juicio político y a un juicio penal. Eduardo Peña Triviño, nominado por el Congreso, lo remplazó sin mayor trascendencia. El 22 diciembre de 2011, el presidente de la Primera Sala de lo Penal de la Corte Nacional de Justicia, Hernán Ulloa Parada, levantó la orden de prisión preventiva que tenía Alberto Dahik desde el año 1995.
Abdalá Bucaram Ortiz asumió la presidencia el 10 de agosto de 1996 junto con Rosalía Arteaga Serrano en la vicepresidencia. Siempre tuvo roces con el fogoso Abdalá, quien terminó siendo destituido por el Congreso. Arteaga asumió por decreto la Presidencia, pero no pudo ejercerla ya que el Congreso encontró un vacío legal en la Constitución sobre la sucesión presidencial, y designó a Fabián Alarcón Rivera como presidente interino. El 11 de febrero de 1997 el Congreso nombró a Pedro Aguayo Cubillo para la Vicepresidencia
Jamil Mahuad Witt ganó la presidencia en el proceso electoral del 10 de agosto de 1998, junto con Gustavo Noboa Bejarano para la Vicepresidencia, quien tuvo discrepancias con el primer mandatario, especialmente sobre las medidas económicas.
El 20 de enero de 2000, un golpe civil militar provocó la caída de Mahuad como consecuencia de lo cual Noboa asumió la presidencia. El Congreso nombró a Pedro Pinto Rubianes como vicepresidente.
Alfredo Palacio fue vicepresidente de Lucio Gutiérrez desde el 15 de enero de 2003 hasta el 20 de abril de 2005, al ser derrocado el primer mandatario. El Congreso designó entonces vicepresidente de la República a Alejandro Serrano Aguilar. Gutiérrez le dijo de todo a Palacio, quien simplemente se sometió a la sucesión presidencial.
Rafael Correa Delgado y su vicepresidente Lenín Moreno Garcés asumieron el mando del país el 15 de enero de 2007 y gobernaron hasta el 24 de mayo de 2013. Fue en este lapso, en el 2009, que se creó la Ley Orgánica Electoral y de Organizaciones Políticas, Código de la Democracia que estableció nuevas reglas de juego para los procesos electorales en Ecuador.
Lo que vino después conocemos en demasía. Hoy nos queda la esperanza de una relación armónica y de trabajo conjunto entre el nuevo mandatario y su binomio vicepresidencial, por el bien de los ecuatorianos que ansiosamente anhelamos la paz y la prosperidad.