En el alma de los Andes, donde el eco de la naturaleza se entremezcla con leyendas y sueños, nace en 1947 un artista cuyo legado se extiende más allá de los límites de Loja, Alivar Villamagua, encarnación del paisaje ecuatoriano que, a través de sus pinceles, convierte en arte lo que otros simplemente llamarían vida.
Villamagua, cuyo nombre evoca la bruma que desciende serena sobre las montañas lojanas, ha tejido a través de su trabajo un manto de imágenes que reflejan no sólo la esencia de una tierra, sino también de un continente entero. Al hablar de su arte, nos referimos a la conjunción mágica de colores, luz y sombras, que no solo representan, sino que cuentan historias.
Como las aves que se posan en el rocío de la mañana, sus obras cantan con el tono vibrante y único que solo él sabe evocar.
A lo largo de los años, el nombre de Alivar Villamagua ha resonado en múltiples salones y galerías, desde el vestíbulo de la Universidad de Cuenca hasta el Bolivar Hall en Londres. La maestría con la que trasciende fronteras es reflejo de su pasión y compromiso con su oficio. Pero, sin importar dónde se exhiba su trabajo, siempre se reconoce la esencia andina, el alma lojana que palpita en cada trazo.
El reconocimiento y la admiración que ha cosechado a lo largo de su carrera no son casualidad. Son el fruto de una vida dedicada al arte, un camino que, si bien estuvo plagado de encrucijadas, siempre lo llevó a la metamorfosis de su propia realización. Sus condecoraciones, como la “Eduardo Kingman Riofrío”, no solo demuestran la excelencia de su trabajo, sino que son un recordatorio de que el arte ecuatoriano tiene un espacio en el escenario global.
Villamagua, en sus momentos más introspectivos, se ha visto a sí mismo como un jardinero en su utopía personal. Y sí, a través de sus pinturas, ha cultivado un jardín repleto de sueños, esperanzas y una visión profunda de la belleza del mundo. A lo largo de cinco décadas, ha sembrado en sus lienzos momentos de alegría, rebeldía, tristeza y esperanza, convirtiéndose así en uno de los artistas más icónicos de Loja y de Ecuador.
A medida que homenajeamos a este insigne artista, nos encontramos ante la encrucijada de comprender la inmensidad de su contribución. Porque más allá de sus premios y exposiciones, lo que verdaderamente resalta es su capacidad de plasmar en cada obra el alma vibrante de una tierra que canta, llora, ríe y sueña. Villamagua es, sin lugar a dudas, un tesoro lojano que ha pintado no solo con colores, sino con el mismo espíritu de los Andes. ¡Salud, maestro! Por muchos años más de inspiración y arte.