La Casa Común: un grito en el universo

P. Milko Torres

“La pandemia del coronavirus nos revela que el modo como habitamos la Casa Común es compleja para su naturaleza. La lección que nos transmite suena así: es imperativo reformatear nuestra forma de vivir en ella como planeta vivo. Ella nos está avisando que, así como nos estamos comportando, no podemos continuar. En caso contrario la propia Tierra se librará de nosotros, seres excesivamente agresivos y maléficos para la vida”. (L. Boff, Coronavirus: autodefensa de la propia Tierra).

Es un mensaje de alerta y de compromiso. Nos recuerda que hoy es importante ser conscientes de nuestra relación hacia ella y de la responsabilidad que tenemos en el destino común de la Tierra, de la humanidad. Hemos olvidado que venimos de sus entrañas. En lugar de respetarla, saqueamos su riqueza en el suelo, en el aire, en el mar, en todo lugar. Atacándola, nos devoramos. Tan lejos ha llegado la codicia, que ella está agotada. Sufre una letal sobrecarga. Le quitamos todo lo que puede dar. ¿Cómo devolverle lo que le quitamos? La Casa Común vive enferma, ha perdido su equilibrio, calentándose de manera creciente, formando huracanes y terremotos, nevadas antes nunca vistas, sequías prolongadas e inundaciones devastadoras. Reafirma el Teólogo: ha liberado microorganismos como el sars, el ébola, el dengue, la chikungunya y ahora el coronavirus. Hasta ahora este virus no ha sido aniquilado. Le impedimos propagarse. Desestabilizó a la sociedad, a la economía, a la política, a la salud, a las costumbres, a la educación, a la escala de valores establecidos. No hemos despertado. Nos encontramos asustados, perplejos, porque la Tierra, a la que pertenecemos, puede desaparecer. Ella se defiende contra la parte que le hace daño. Enferma, se sentiría obligada a hacer una amputación como sucedería con un miembro engangrenado. Este drama tendrá su fin. “Esta especie de vida que, con su singularidad de autoconciencia, es una entre millones de otras existentes, continuará girando alrededor del sol, empobrecida, hasta que haga surgir otro ser que sea también expresión de ella, capaz de sensibilidad, de inteligencia y de amor. De nuevo recorrerá un largo camino para modelar la Casa Común, con otras formas de convivencia, esperamos, mejores que la que nosotros hemos modelado. ¿Seremos capaces de captar la señal que el coronavirus nos está enviando o seguiremos haciendo más de lo mismo, hiriendo a la Tierra auto hiriéndonos en el afán de enriquecer?”. Mientras escribimos, luego de reflexionar con un corazón que rebosa esperanza, también reaccionamos con el mismo corazón que exige rectitud. Que desea enarbolar la bandera de la responsabilidad, de la honestidad, de la justicia, sinónimo de santidad. En estos días, inmerso en la misión de evangelizar a la educación, encuentro un mundo en que es dificil entender que la vocación es un don, por encima de todo. Gracias Leonardo.