En momentos de incertidumbre, ante lo inaudito de la realidad, por la pandemia y el virus, es importante aprender a aceptar la impermanencia. La vida sigue con o sin nosotros, el mundo gira y cada uno hace su historia.
Cuando mi madre murió, me dolía tanto la idea de ver rodar el mundo, sin que pare ante mi dolor. Me parecía una desconsideración que todo siguiera adelante, mientras yo creía que más allá del miedo, mi desolación y angustia, no había nada que valiera la pena para seguir.
Me regodeaba en los recuerdos, pues, lo único que apreciaba era el pasado, que a la vez, no me permitía sanar. Así, demoré en recuperarme, mi luto duro más allá de lo oscuro de la noche.
Ahora, hay gente muriendo, hay tristeza, dolor. Pero, lo principal es comprender este momento. Ya no hay opción para recordar cómo era antes. Por más que cerremos los ojos y nos aferremos a que las cosas sean como antes, no van a volver a ser.
Tenemos que aprender a atravesar esta pandemia, atravesar el dolor que significa la pérdida. Tenemos que percibir la tristeza y los lutos como colectivos. Eso nos dará un poco más de valor para enfrentar la realidad.
Cuando la muerte está cerca, aprendemos a ir por lo esencial, por eso, es válido preguntarnos ¿Qué hago con mi vida? ¿Qué he hecho de bueno en mi historia? y ¿Qué puedo hacer el resto de tiempo que me queda, —por poco que sea—?
Nada es seguro, la vida es frágil, temporaria y finita. Esto es, que la vida puede interrumpirse en un cerrar de ojos, que nuestro tiempo es limitado. Por eso, si salgo a la calle, y veo a las personas con el rostro tapado, sé que ya no hay tiempo. Entonces, quiero dar lo mejor de mí, dejar mi mejor obra, disfrutar de todo lo que hay gratis: el rayo de sol, el cielo azul, el aire que respiramos, que aunque con dificultad por el protector en el rostro, llega sin que nadie me cobre nada.
Sé que hay mucha gente perdiendo, a diario se pierden empleos, la gente tiembla porque los sacarán de funciones el próximo fin de mes, o el próximo fin de año. Pero, las cosas son o no son como las percibamos. Nada permanece estático, el hecho que no estemos conscientes de ello, no significa que no esté allí. La tierra gira y nosotros ni siquiera nos damos cuenta.
Por lo tanto, esa seguridad que antes teníamos era solo una ilusión. La vida sigue y es preciso pensar: ¿Qué puedo aprender de todo esto? Muchos ya no tendrán el “empleo seguro”, pero, tendrán libertad para inventar otras formas de servir al mundo.
Las preguntas sirven de mucho cuando no hay claridad. Yo me digo todos los días ¿Hacia dónde marcha el mundo? ¿Cómo puedo ayudar? Entonces llegan respuestas, ideas, circunstancias que coinciden con mi aprendizaje, con mi experiencia. Así, sé que he tomado el camino correcto.