El arte constructivo de los Guastavino

Cada vez que contemplo edificaciones hermosas como una casa, edificio, templo, puente, castillo, torre, túnel, monumento, arco, coliseo, hotel o cúpula; ratifico mi convicción de que la construcción es un arte y los constructores unos artistas. Saber mezclar con técnica y talento los materiales; en las proporciones, condiciones y medidas precisas, interpretando esa especie de partituras que son los planos y dibujos arquitectónicos; para convertirlos en preciosas obras que parecen escapadas de un lienzo; no solo que constituyen una hazaña de la inteligencia sino la prueba inequívoca de la estrecha atracción que existe entre el ser humano y la belleza.

Precisamente de esto es lo que trata con lucidez la notable novela histórica titulada: A prueba de fuego, del escritor español Javier Moro; mediante el relato de las impactantes vidas y obras de los geniales constructores españoles: Rafael Guastavino Moreno y su hijo, Rafael Guastavino Jr.; quienes, al emigrar a los Estados Unidos, y superando quemantes adversidades; se convirtieron en los arquitectos consentidos de Nueva York; gracias al diseño y construcción de impresionantes joyas arquitectónicas como: la Cúpula de la iglesia de la Santísima Trinidad de New York; las arcadas del puente de Queensboro; la casa del elefante en el Zoológico del Bronx; las estaciones del metro: City Hall y Penn Station; El Oyster Bar; la sala de registros de Ellis Island o la cúpula de la iglesia Congregacional de Providence en Rhode Island.

Leer esta novela, escrita con maestría y rigurosidad investigativa; cuyo contenido toma como fuente  a la correspondencia epistolar de los protagonistas, obtenida  directamente de los descendientes de los Guastavino; nutre la cultura general del lector, mediante una fascinante historia en torno al arte de la construcción y al mundo de los arquitectos e ingenieros, en la que abundan reflexiones sobre la superación, la migración, los prejuicios sociales, las relaciones paternofiliales, las necesidades económicas, la generosidad, la solidaridad, la familia, la abundancia, los excesos del amor y de la carne, el emprendimiento, la ambición, las virtudes y la muerte.

Rafael Guastavino Moreno, protagonista del relato, nacido en Valencia (España) en 1842 y fallecido en Asheville (EE.UU) en 1902; se revela como un profesional destacadísimo, cuya genialidad no tiene límites para plasmar lo bello en cubiertas y cúpulas radiantes e imponentes. Todas construidas con su innovadora técnica de bóvedas tabicadas con cemento, a prueba de fuego; y, siempre guiado por aquella verdad inmutable, dicha por Leonardo da Vinci, que reza: “La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte”.

Paralelamente a la descripción de la carrera profesional y empresarial del Arq. Rafael Guastavino Moreno, el libro aborda su historia personal… llena de luces y sombras que tocaron principalmente a uno de sus hijos: el Arq. Rafel Guastavino Jr., coprotagonista de su vida y receptáculo consanguíneo de su esplendoroso talento y conocimiento arquitectónico.     

Entre las luces que iluminaron la personalidad de Guastavino Moreno, la novela destaca su gigantesca capacidad de trabajo que le imponía dibujar obsesivamente los diseños en la noche y dirigir con implacable precisión las obras en el día; su generosidad y lealtad para con todo su equipo de trabajo (ingenieros, maestros de obra, ebanistas, canteros, carpinteros, albañiles, pintores, etc.) que le acompañó a plasmar sus genialidades; y, su actitud valiente y positiva ante cualquier embate de la vida.

Entre las sombras que lo persiguieron sin descanso y golpearon con dureza su existencia son notorios su desorden financiero y su imposibilidad de controlarse ante los encantos femeninos, que en repetidas ocasiones lo condenaron a la zozobra emocional en perjuicio propio, de sus hijos y de las mujeres que se adueñaron de su corazón.

Según lo revela el libro, la dimensión del desastroso caos financiero que afectaba a nuestro protagonista era tal, que los presupuestos de sus obras eran incumplibles porque siempre los proyectaba por debajo de su valor; a lo que se sumaba la irresponsabilidad de no verificar los precios de los materiales a emplear en la obra. Simplemente, de interesarle la ejecución de la edificación, a Guastavino no le importaba el costo, y, aunque tuviera que ir a pérdida, igual la construía sin ningún tipo de prudencia o contemplación. En definitiva, era un artista nato, temerario y perdidamente enamorado de lo que hacía; es decir: diseñar y construir belleza.

A su anarquía económica se sumaba su condición de mujeriego sin compostura, pues, vivió convencido de que al ser las mujeres la más excelsa e inigualable forma de belleza de la creación divina, no podía autoimponerse limitaciones frente a ellas. En esa perspectiva, Rafel Guastavino Moreno se estrenó a los dieciséis años en las lides del amor con su prima Pilar Guastavino López (hija adoptiva de Ramón, su exitoso y adinerado tío paterno) con quien se casó porque quedó embarazada. De esa primera relación nacieron sus primeros hijos: José, Ramón y Manuel. Ya con obligaciones familiares a temprana edad; más o menos consolidado su matrimonio y gracias al apoyo de su tío y suegro: Ramón; Rafael Guastavino empezó a diseñar y construir hermosas edificaciones y estudiar en la Escuela de Maestros de Obra de Barcelona que más tarde se convertiría en Facultad de Arquitectura. De esta manera, su vida personal y profesional empezó a conocer el triunfo; al punto de alcanzar prestigio y reconocimiento en el exigente mundo de la construcción catalana. Sin embrago, y por esas cosas del destino, su éxito empezó a extinguirse, cuando en una obra de apartamentos a su cargo, aconteció una desgracia que iba a cambiar el destino de toda su familia. Uno de los pintores de su equipo de trabajo murió al resbalar y caer de un alto andamio, dejando en la orfandad a dos tiernas niñas y en estado de viudez a una pobrísima joven llamada Paulina Roig. Ante ese penoso suceso, siempre próximo a sus obreros, y con su corazón permeable al dolor ajeno, Guastavino contrató por caridad a la viuda para que sirviera en su hogar, remendando ropa y cuidando a los niños. Sea por los continuos roces con su esposa Pilar, sea por la inmensa belleza de la joven viuda o llanamente porque era un hombre que por naturaleza sucumbía fácilmente a los encantos de una mujer, terminó enamorado de Paulina Roig y formó una clandestina relación sentimental, paralela a su hogar; de la que nació su hijo: Rafael Guastavino Jr., el hijo ilegítimo que llegaría a ser el más querido continuador de su obra profesional.

Como era de esperarse, al enterarse de la infidelidad de su marido, plasmada con el nacimiento de un niño; una dolida y ofendida Pilar decidió separarse de Guastavino para siempre; privándole de todo el patrimonio conyugal, de los recursos que heredó de su padre Ramón y del afecto de sus tres hijos, a quienes se los llevó a vivir en la lejana Argentina.

Devastado por la separación de sus hijos, con cuantiosas deudas a cuestas y blanco de fuertes reproches sociales que le llegaban de todo lado; Rafel Guastavino Moreno decidió trasladarse a Nueva York, junto a Paulina Roig (la sirvienta), las hijas de esta y el hijo de ambos: Rafel Jr.; en busca del éxito y la prosperidad que se le cerraba en su país natal. Lo hizo en 1881, a los 39 años y sin hablar inglés.

A partir de aquel viaje, la novela refiere una deslumbrante historia de pesares, decepciones y caídas hasta que, gracias a la persistencia quijotesca de padre e hijo, emergió la grandiosa empresa de construcción: “Guastavino Company” para deslumbrar por décadas a Nueva York; la gran ciudad de la libertad y de las construcciones deslumbrantes, convertida en la tierra de las oportunidades para migrantes de todos los confines del planeta.

Aunque nunca pudo superar sus irremediables desordenes con las finanzas y las mujeres, Rafael Guastavino encontró el perdón de sus hijos y de su descendencia; gracias a su generosidad, a su bondad y especialmente a su don para crear obras bellas y majestuosas que hasta en la actualidad adornan y hacen más hermoso al mundo.

No obstante, y pese a la inquebrantable admiración y veneración profesada a su padre; Rafael Guastavino Jr., en una de sus cartas afirmó: “Aprendí la importancia de tener orden en la vida, en todos los aspectos. Uno puede tener talento, otro ser más inteligente, más rico o pobre, pero si uno no sabe organizarse, desperdiciará gran parte de su potencial y la vida se complicará. Es una lección que a mi padre le habría venido bien recibir en su infancia; se hubiera ahorrado muchos disgustos”.

Lo dicho por Guastavino Jr., no solo que siempre lo puso en práctica, sino que a la muerte de su progenitor logró superar el legado artístico heredado; honrando de esta manera, aquella premisa monumental del poeta alemán, Johann Goethe que dice: “Lo que habéis heredado de vuestros padres volved a ganarlo a pulso o no será vuestro”.  

Lo dicho en este artículo es apenas un minúsculo abreboca de esta adictiva y encantadora historia, escrita magistralmente por Javier Moro. Están invitados a dejarse atrapar por ella, desde la primera hasta la última página.