Escrito en el polvo

Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés a apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

En esta historia, narrada en el evangelio de Juan, vemos a un grupo de acusadores buscando condenar a una mujer descubierta en adulterio. Ellos, al condenar a la mujer, dejaban de lado tres elementos fundamentales: a) la justicia, pues buscaban condenar solo a la mujer cuando en el adulterio intervienen dos, b) la misericordia, ya que le negaban la posibilidad de arrepentimiento y c) la fe, pues no creían que los que han caído en pecado pueden ser perdonados y restaurados por Dios.

Mientras la mujer era acusada, Jesucristo escribía en el suelo. No sabemos a ciencia cierta lo que escribía, pero probablemente estaba por cumplirse lo dicho por el profeta Jeremías: “todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de ti serán escritos en el polvo”.

Cuando Jesucristo les dice “El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”, los acusadores, líderes religiosos en su mayoría, son avergonzados pues en la forma cumplían la ley, pero sus corazones estaban lejos del Dios vivo y uno a uno se retiran. El Señor es misericordioso y lleno de amor; probablemente, escribe en el polvo el nombre de la mujer y de sus acusadores, no sobre piedra como sus mandamientos, sino en el polvo para que, luego del arrepentimiento genuino, puedan ser borrados mediante el perdón del Señor.

Esta bella historia termina con un Jesús lleno de amor diciéndole a aquella mujer: “No te condeno; vete, y no peques más”. Nuestros nombres están escritos en el polvo, aún podemos acercarnos a Él.