El Ahuaca: joya de pueblo mágico

El 18 de marzo pasado, la ministra de Turismo de ese entonces, Rosi Prado, al declarar a Calvas “pueblo mágico”, como estrategia y estímulo estatal para desarrollar el turismo a nivel nacional, resaltó los argumentos que  acreditaron al cantón lojano como tal: “su singular hidrografía, el majestuoso cerro Ahuaca, la gastronomía y la calidez de su gente”;  y el alcalde Alex Padilla, “reconoció a esta designación como importante herramienta para dinamizar la economía y crear fuentes de empleo en Calvas”.  Además, en el Acto oficial, se anunció “el convenio de financiamiento para los proyectos “Puesta en Valor Turístico de la Reserva Ecológica Cerro Ahuaca” y “Adecentamiento Arquitectónico del Baño del Inca”, proyectos que cuentan con viabilidad turística, cultural y técnica financiera del Estado: alrededor de USD 200 mil dólares con fondos reembolsables y USD 164 mil con fondos no reembolsables (Crónica 19-03-2021). Una buena noticia en medio de tantas noticias indeseables.

Conozco desde niño, por mis vinculaciones ancestrales, las grandes potencialidades  de Calvas como territorio y gente. Como espacio, en cuanto a ubicación geográfica, ecología, paisajes… y en gente, en cuanto a su historia y cultura. De modo que esta declaratoria de “pueblo mágico”, además de meritoria no me sorprende, pero considero que representa una oportunidad para iniciar una nueva etapa en la vida cantonal que los emprendedores e inteligentes  calvenses sabrán aprovechar en estos tiempos de pandemia global y crisis.

Quiero referirme, en lo que a espacio escrito me queda de la presente entrega, al gran ícono geográfico, no sólo de Calvas sino de toda la provincia de Loja: el Ahuaca, este hermoso cerro, que como inmensa pirámide muy bien formada destaca desde lejos y presenta muchas aristas, todas bellas, desde cualquier punto cardinal que se la admire.

He tenido la suerte de subir hasta la cumbre del Ahuaca (2470 m s.n.m) en tres ocasiones, siempre bien acompañado: la primera con mi maestro y colega Leoncio Loján y Jacinto Vélez; la segunda, con la familia de mi hija Diana, ascenso en el cual tuvimos la suerte de observar una vizcacha (singular roedor considerado en extinción, descubierto hace poco en las quiebras altas del cerro); y, la tercera, este último domingo, con mi hijo Pedro. Debo reconocer que en esta ocasión, el viaje al Ahuaca casi se nos frustra porque la señalización es confusa: hay pequeños letreros de “Acción Ecológica” que llevan por dos senderos distintos e inducen a tomar caminos equivocados. Pero cuando, después de una caminata de dos horas y pico, se llega a la cumbre, la recompensa es magnífica: la vista espectacular en 360 grados, en días despejados (generalmente de julio a diciembre), permite admirar siquiera la mitad de la caprichosa orografía de la provincia de Loja, a través del Colambo,  Pisaca, Villonaco,  Santa Bárbara, Fierrohurco…, y una parte del norte del Perú (cerro Aypate). EL Ahuaca y Baño del Inca, se me ocurre, podrían formar parte del soñado Proyecto  binacional “Camino Religioso Cultural (leve remedo del famoso “Camino de Santiago” de España), entre  Ayabaca (Aypate) y El Cisne, por el Qapac Ñan.