Cuando Miguel Ángel Vélez Valdivieso vistió la “casaca roja”

Fue el 7 de noviembre de 1946, fecha de creación del Cuerpo de Bomberos de Loja, meses después que el fuego abrazara la pequeña casa de “Relángamo” Fernández en el Barrio Obrero, en la que vivía solo. Desaprensivamente fue a misa en San Sebastián dejando encendidas dos velas, una para San Epifanio y otra para la Virgen de las Mercedes. El vecindario enfrentó al flagelo con todo lo que tenía a su alcance, incluso raspando la calle polvorienta para lanzar tierra a los puntos focales. Las viejitas rezaban “Apágate incendio. Que llueva y se termine la destrucción. En el nombre de Jesús. Amén”. El fuego ganó la batalla.

Don Miguel Ángel Vélez Valdivieso, hombre de recia personalidad, afable, emprendedor, amante de nuestra tierra lojana y que me permitió el honor de su apreciable amistad, consideró que había necesidad de aunar esfuerzos para brindar seguridad a la pequeña urbe frente a esos desastres.

Iván Vélez Burneo, que con sobrada razón guarda un sentimiento de profunda admiración por su abuelo, me comentó que don Miguel Ángel tenía una querencia muy especial por Loja, provincia a la que conocía en toda su extensión porque la recorría frecuentemente, llevando a lomo de mula las famosas máquinas de coser Singer para su comercialización. Confiaba en la honradez de la gente y les fiaba sin problema, tal como se realizaban las transacciones comerciales por entonces, simplemente con el honor de la palabra.

Mi abuelo era un hombre de grandes ejecutorias. Se empeñó en mejorar la pista del aeropuerto de Catamayo ya que estaba vinculado a la Compañía Pan American Grace Airways, más conocida con el acrónimo de Panagra, estableciendo la primera estación de una compañía aérea en Loja, en los inicios de la aviación comercial.

Como buen lojano también rasgaba magníficamente la guitarra y cantaba con su hermano Marco, deleitando a familiares y amigos con interpretaciones de valses y pasillos, dijo.

Con el ímpetu característico de los lojanos se propuso crear el Cuerpo de Bomberos de Loja, implementándolo con una costosa y moderna maquinaria. Para ello tenía el gran referente del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil que había sido fundado hace más de un siglo, considerado el más antiguo de la región latinoamericana y con enorme prestigio.

Con espíritu quijotesco, propio de quienes sueñan y aspiran en grande para su tierra, don Miguel Ángel realizó gestiones para adquirir una motobomba con “tecnología de punta”. Iván me manifestó que en ese proceso surgió un inconveniente toda vez que el distribuidor no quería embarcar la maquinaria con destino a Puerto Bolívar, para desde allí trasladarla a Loja, ya que no se había cumplido con el depósito de la garantía. Don Miguel Ángel salió al paso y en una actitud que a todos sorprendió metió la mano al bolsillo y prestó el dinero para cumplir con el requisito, además de apersonarse de la entrega del aval en la ciudad de Guayaquil.

La motobomba llegó por fin a Puerto Bolívar. Don Miguel Ángel le dijo a su hombre de confianza, Víctor Loayza, conocido cariñosamente como “Vitrola”, vamos a traerla tú eres buen chofer y mecánico.

El traslado fue una verdadera odisea, la motobomba era muy grande para ese camino- o mejor dicho “trocha”- y los inconvenientes fueron múltiples. En la mayoría de tramos rodaba por sus propios medios, lentamente; en otros, halada por bueyes y mulares; y, en algunas curvas, ensanchándolas para que pueda avanzar. Parecía fantasioso lo que conversaba Iván, pero fue un acontecimiento sensacional.

La motobomba arribó a Loja “sana y salvo” y desde el ingreso hizo sonar su potente sirena alborotando a los habitantes de la apacible ciudad. Algunos creían que se trataba de una alarma de invasión aérea.

Ese día 7 de noviembre de 1946, don Miguel Ángel Vélez Valdivieso vistió con orgullo la “casaca roja” ostentando el rango de Primer Jefe del Cuerpo de Bomberos de Loja al mando de 60 hombres voluntarios, haciendo realidad su sueño dorado. En ocasiones especiales lucía su imponente uniforme con casco, más chévere que el de mariscal de campo.

Posteriormente, Julio Silva, Marco Flores, Carlos Burneo Arias, Enrique Silva Bustos, Pablo Valdivieso Cueva, Gonzalo Ullauri León, Pedro Miguel Murgueyto, Vicente Palacios Burneo, Jaime Veintimilla N. y René Punín, entre otros, asumieron el mando institucional entregando sus mayores capacidades y mejores esfuerzos en beneficio de la colectividad lojana.

El próximo 10 de octubre, declarado “Día del Bombero” mediante acuerdo Nº 33 del 2 de agosto de 1926, dictado por nuestro ilustre paisano, Dr. Isidro Ayora Cueva, en su calidad de Presidente de la República, debe recordarse con gratitud esos nombres, especialmente la titánica labor de Miguel Ángel Vélez Valdivieso, y reconocer el abnegado trabajo de quienes hacen el Benemérito Cuerpo de Bomberos de Loja, guerreros que exponen su vida en circunstancias de alto riesgo, mirando siempre el interés de la comunidad.