Hermano, pastor y obispo de su rebaño

El 07 de junio de 1937, en la ciudad de Loja, en la sencillez del hogar Valarezo-Luzuriaga, constituido por don Filiberto y doña Victoria, nace el niño Manuel Antonio. La alegría del hogar con el nacimiento de un nuevo hijo renueva de esperanza a la familia y desde ese instante los padres empiezan a planificar y organizar el futuro de los suyos.

Crecía Manuel Antonio y llegó la hora de iniciar sus estudios. La escuela “La Salle”, fue el sitio para iniciar con sus hermanos su educación primaria. Guiado por los hermanos lasallanos y bajo la tutela de San Juan Bautista de la Salle aprendía sus primeras letras, a la vez, forjaba su formación cristiana católica y despertaba su vocación religiosa.

A sus 11 años, inspirado por Dios se traslada a Quito al colegio Seráfico, de la Orden Franciscana e inicia en el internado su bachillerato y su proceso

de vida religiosa franciscana. Así, terminada su formación académica inicia un periodo de formación vocacional y de consagración a la vida franciscana de pobreza, minoridad, alegría, fraternidad, obediencia y castidad. Distintas etapas del proceso formativo lo condujeron, primero a su profesión solemne en octubre de 1958 y su ordenación sacerdotal el 12 de agosto de 1962.

Desde la espiritualidad franciscana y su vocación de servicio en el sacerdocio, los hermanos franciscanos le encargaron distintas misiones y distintos tiempos pudo desempeñarse como párroco, guardián, misionero en Valladolid, Definidor y Ministro provincial, además, fue Visitador general de los franciscanos en Venezuela y Perú. Finalmente, la santa madre iglesia le designa Prefecto Apostólico de Galápagos en 1990, el 25 de junio de 1996 es consagrado Obispo y el 15 de julio de 2008, fruto de su gestión, consigue que la Prefectura de Galápagos, sea elevada a la categoría de Vicariato Apostólico, desempeñándose como Obispo Vicario del archipiélago hasta el 29 de octubre de 2013.

Su vida de hermano menor, de sacerdote y de obispo se ha caracterizado por el servicio y ayuda a los más necesitados, de profunda convicción franciscana siempre acoge con caridad y sencillez a todo aquel que busca en él una palabra de esperanza y de fe. Atento y misericordioso; fiel a su vocación y a su vida de fraternidad vuelven a Monseñor Valarezo un ser humano y un pastor que vive su fe y sus obras cerca de su feligresía.

Un franciscano y Obispo grande en su entrega, grande en el amor y grande en la cercanía para con los demás, ha sabido ser el hermano, el amigo y el pastor que responde con generosidad a Dios y a su rebaño. Siempre busca hacer el bien y su obra física y espiritual perdura en el tiempo y en los lugares donde su huella deja marcas imborrables

Sus 25 años de consagración episcopal son motivo de alegría y acción de gracias, por su vocación y su vida, quienes lo conocemos damos testimonio de su coherencia y amistad sincera, un ser humano y obispo que realmente, huele a oveja, que se confunde con su rebaño y hace de sus luchas una forma para ayudar y servir.

Dios siga bendiciendo su vida y obra.