Loja: ínclita ciudad cultural, cuna y bastión musical de América, edén sagrado del corazón, faro inextinguible de libérrimo y estoico patriotismo y superación, acervo y legado de patriarcas y paradigmas culturales; paraíso bendecido por la exuberancia de tu tierra, dotada de la benignidad de su clima paradisiaco y de una prodigiosa biodiversidad congénita; apacible y gentil campiña de inmarcesible humanismo y especial sutileza hospitalaria; cofre de hondas raíces ancestrales, costumbres genuinas y practicas generacionales, transmitidas con edificante esmero y afabilidad, cual reliquias y legados eternos, custodiando dignificantemente los primordiales valores culturales, cual panacea milagrosa y piedra filosofal de enigmas milenarios.
Un invalorable parnaso de exquisitos poetas; un juglar divino de predilecta generación; una pléyade de cultos escritores y, una selecta galería de hombres talentosos, eruditos y probos, cultivadores de la ciencia e iconos de la pintura, son hidalga Ciudad de Mercadillo tu fortaleza más preciada, ello constituye el patrimonio ancestral más elocuente, una estructural pirámide eterna laureada, que señorialmente te cataloga como paradigma cultural de América y el mundo.
Tus dos cristalinos y egregios ríos, legendarios y fraternos circundantes, espejos impolutos te brindan su arrullo con especial armonía, entonando al compás del aura angelicales sinfonías del alma, ellos se asemejan a silenciosas serpentinas en cuya ondeantes y juguetones desvaríos y cristalinas entrañas, están grabadas cantarinas historias de la antología genésica de tu gente; los senderos del ensueño adornados con un reguero primaveral de exóticas flores, que patetizan tu belleza prístina, dotada de céfiros y efluvios con luz mortecina matinal iridiscente.
Con gallardía soberbia y una arquitectura genial, te fundaron y esculpieron como joya incrustada en los andes serraniegos, custodiada y bendecida por la portentosa corona bendita de la patrona Virgen del Cisne y por la fe perdurable de tus hijos y, con esa excelsa custodia, haz forjado tu propio destino congruente con el esfuerzo paladín y el abolengo de tu raza, pujanza y acicate de valor, heroísmo y trabajo, que ha superado el abominable abandono de los poderes centrales, impregnados con rúbrica de vehemencia y fe, con letras imperecederas y antonomasias de un derecho adquirido, el blasón de ciudad señorial, de bastión incólume de hidalguía y heroísmo.