Me ha sostenido

Fernando Oñate

¿Quién no ha tenido tiempos de prueba, tiempos difíciles? Y no estoy hablando de esos tiempos en los que tenemos que afrontar las consecuencias de nuestros actos o de nuestras malas decisiones, me refiero a esos tiempos de prueba en los que debemos sobrellevar la muerte de un ser querido, la enfermedad, las limitaciones económicas, pérdidas materiales, fracasos empresariales, entre muchas otras. En esos tiempos muchos buscan una explicación de lo que sucede, tratando de encontrar un ¿por qué?

¿Y Qué me diría usted si le digo que, para todos lo que aman al Señor, todas las cosas les ayudan para bien?

El propósito final del Señor es que poco a poco seamos transformados “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4), en ese proceso, los tiempos de prueba y tribulación juegan un rol importante; ¿porqué lo digo? Pues las pruebas producen en nosotros un carácter piadoso, nos dotan de empatía, de humildad.

El apóstol Pablo afirmaba que “la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 8). Alguien no comprenderá lo que digo, y dirá que la prueba produce incertidumbre, quizá miedo, pero esperanza no. Y en realidad, esto es posible gracias a un ingrediente adicional; la fe. La esperanza nace de la fe y “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10); si no se conoce la palabra de Dios, ¿cómo se puede comprender que Él es la esencia misma del amor? ¿cómo comprender que “Todas las cosas nos ayudan para bien” (Romanos 8)?

En lo personal, he atravesado muchas pruebas y también he debido enfrentar las consecuencias de mis actos, pero en la tribulación nunca me he sentido solo. Al conocer a Cristo entendí que “La fe es como el oro que tiene que probarse por medio del fuego. Así también la fe, que vale mucho más que el oro, tiene que probarse por medio de los problemas y, si es aprobada, recibirá gloria y honor cuando Jesucristo aparezca” (1 Pedro 1). En esos tiempos comprendí que “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, nótese, en Cristo, pues sin Él, todo estaba cuesta arriba.

Al mirar atrás, puedo ver la mano del Señor en todos y cada uno de los procesos que me ha tocado vivir, puedo ver como Él se movía en mi favor y soy agradecido por eso, ya lo decía el rey David: “has sido mi socorro, y en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido” (Salmo 63); Indudablemente Señor; tu diestra me ha sostenido.