Campos Ortega Romero
Hoy por hoy Estados Unidos de Norteamérica se declaran ante el mundo los gendarmes de la paz y bienestar social, y por ello consideran legitima su intervención en cualquier país del mundo, intervenir en sus asuntos internos y externos para conseguir la ansiada armonía que necesitan los pueblos del mundo, aunque utilicen la guerra con armas vetadas, violando claramente a los Derechos Humanos, asignados por la Organización de las Naciones Unidas.
Colegimos que la guerra a más de disminuir al género humano, confunde la inteligencia para convertirla en una desmoralización de hábitos, comportamientos y violación de los más elementales valores para la supervivencia entre los hombres que constituimos el universo. La mañana del 6 de Agosto de 1945, el mundo entero conoció la aplastante e inhumana revelación de una nueva era marcada por el miedo y el terror. Ese día poco después de la siete de la mañana, el bombardero B-29 de la fuerza área norteamericana, el -Enola Gay- dejó caer sobre Hiroshima la primera bomba atómica. Tres días después, un nuevo artefacto nuclear destruyó la ciudad de Nagasaki. Así se inscribía el poder del imperialismo norteamericano.
En Hiroshima, entre 130 y 140 mil personas murieron instantáneamente por efecto de la explotación, y en Nagasaki, por lo menos 70 mil perecieron. Desde entonces, con mayor frecuencia hasta la década de los noventas, a causa de la radiación, perecen varias personas condenadas hace 60 años, sumado a las muertes las secuelas no menos de 350.000 japoneses sufren deformaciones causadas por la radioactividad. Es decir, la lista de muertos que reclamó el “adelanto” nuclear es espantosa.
Pocas horas después del fatídico estallido de Hiroshima, cual Nerón revivido, el presidente estadounidense de aquel entonces, Harry Truman declaró: “Sabíamos que los alemanes trabajaban febrilmente para agregar el poder nuclear a sus máquinas de guerra. Pero afortunadamente alcanzamos a hacerlo nosotros antes que ellos”. Recordamos, para la memoria del mundo, que meses antes de ejecutar la horrible pesadilla, Adolfo Hitler había sido derrotado. Así los expansionistas pudieron comprobar que los progresos alemanes en materia de armas nucleares se habían sobreestimado y en realidad debía haber pasado mucho tiempo antes que el nazismo dotara a su ejército poder destructivo. Por esto una y mil veces, la humanidad aún se pregunta por qué Estados Unidos decidió bombardear Hiroshima y Nagasaki luego de derrotar al fascismo alemán.
Esta misma interrogante adquiere nuevamente fuerza cuando la administración Reagan decidió autorizar la fabricación de la Bomba de Neutrones “arma de radiación intensificada” precisamente en Agosto de 1981 y en la misma semana en que se recuerda la tragedia del primer “ensayo” nuclear. Es mucho más que una casualidad. Las calles de Bonn, París, Lisboa, Ámsterdam, Roma, Moscú y Tokio, así como otras capitales del mundo escucharon el paso de miles de manifestantes que advirtieron del peligro presente para las nuevas generaciones del mundo. Hoy el imperialismo yanqui como redentores y gendarmes del mundo junto a sus acólitos, cual canto de sirenas, demagógicamente pregonan la paz.
Japón no olvida su tragedia. Cientos de personas se reunieron este sábado 6 de agosto para rendir homenaje a quienes murieron hace 77 años en el bombardeo nuclear por cuenta de la bomba ‘Little Boy’, arrojada por aviones bombarderos estadounidenses en 1945. La ofensiva se produjo como represalia a un ataque previo japonés a la base de Pearl Harbor en Hawái, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. «Ustedes, el pueblo de Hiroshima, no solo son valientes supervivientes de una bomba atómica sino también valientes activistas en favor de la paz y la reconciliación», expresó el secretario general de la ONU, Antonio Guterres a los ciudadanos con motivo del aniversario 73 de la bomba. Así sea.