El eterno Yasuní

Por: Lcdo. Augusto Costa Zabaleta

Legado ancestral de la naturaleza milenaria; Patrimonio eterno de la humanidad, impoluto “Parque Nacional’’ y “Reserva Mundial Ecológica’’, paraíso terrenal; piedra filosofal y panacea, de la sabia creación; belleza prístina e infinita sabiduría, consignada como el más elocuente prodigio de la naturaleza.

En tus etéreas y diáfanas entrañas prodigiosas, ya hacen perpetuadas la paz, el sosiego y la meditación y en la excelsa armonía de tu origen, el éxtasis de un edén, cual arcano de felicidad, que colma de dicha la existencia humana. Céfiros de efluvios acarician tus exóticas auroras y tu sutil silueta de amalgamados colores; cuando la luz mortecina refleja tu belleza iridiscente, se reactiva el elixir para la paz del espíritu, que embarga los dilectos sentimientos y la razón.

En tus bosques encantados de cristalinas aguas y descomunales especies, se recrean los dioses, las ninfas y las deidades y en sus cuitas se embelesan hasta el éxtasis, evocando con ternura, el embrujo de la prodiga naturaleza, iluminada del hechizo cautivante de la suprema creación ¡Noble Yasuní!, cuna y esencia de la biodiversidad; origen fecundo de pureza y diafanidad de las especies; sinfonía celestial de trinos da variedad y exóticas aves, de legendarias y milenarias plantas y cautivantes animales; patrimonio incólume de la flora y fauna originaria. Cuna sagrada de dioses: Gena, Diana y Luna, de Júpiter, Neptuno, Venus y Urano, divinidades astrales, creadoras de la mitología; de la madre tierra, del cielo, de la atmosfera, del mar y el Océano, del bosque, de los animales salvajes, de la belleza, del sol y la luna.

Por este cúmulo de inefable probidades, de excelsitud y origen, eres tesoro natural y cautivante, el más preciado de la humanidad; es tu justo y noble destino “Intangible Yasuní’’, pulmón de vida, permanecer inefable, eternamente incólume y protegido, respetando fidedignamente el designio de la sublime providencia, por principio histórico, ético y de veraz conciencia ecológica. Las congénitas leyes astrales y de la naturaleza, preconizan pragmáticamente en celosa custodia, los ciclos regenerativos y procesos evolutivos del planeta y las sabias leyes humanas, morales y éticas prescriben cordialisar la supervivencia de los pueblos en aislamiento voluntario, condenando el abominable genocidio y la violación del derecho a la vida.