El cambio de camisetas, historia viva que aún no termina de narrarse

Campos Ortega Romero

A propósito de la lid electoral que se avecina, por aquello que la memoria es frágil, es necesario recordar los sucesos y acontecimientos de los “cambios de camisetas” en la política ecuatoriana. Ciertamente que en la historia de nuestra patria hay historias e historietas, hay autores y actores, que constituyen las personas que permiten que les den pensando y en muchos casos que les den hablando, con estas consideraciones se hace necesario la práctica del Código de Ética Política.

El “cambio de camisetas” es una historia viva que aún no termina de narrarse. La añeja tradición nace con la fundación de la República o quizá antes, con la traición al Libertador Simón Bolívar.  Visto así, el fenómeno no es nuevo, quizás distinto en sus formas pero en el fondo es lo mismo. Lo cierto es que en los “camisetazos” están implícitos factores culturales, manipulados por los caudillos de las provincias, o “políticos de probeta”, especie de niños imberbes o enanos, y es que, antes que implantarla como mérito político, la compra de opositores, los regímenes de turno deberán agradecer a una oposición que, a través de sus divergencias, ayudan a hacer gobierno.

El “cambio de camisetas” tiene su origen en América Latina y en el Ecuador con la presencia de los caudillos que han gobernado a su antojo, la costumbre de engañar al pueblo. Y en este tiempo del año 2022 se impone a una tremenda velocidad todo acontecer social, de modo que a la par se quedan rezagados los políticos con ideología, o sea los auténticos intelectuales políticos, los gobiernos de turno y los grupos de poder local, para supervivir, empiezan a fabricar con toda rapidez políticos que por su extracción simplemente se ponen, desde la curul, al servicio de sus progenitores.

A la inquietud que si hay diferencias entre los cambios de camisetas de ayer y de hoy señalamos que antes no se cambiaban de caseta porque a los diputados no les elegía el pueblo, sino los grandes empresarios de la política, digamos a dedo. Claro que el pueblo acudía a las urnas, pero como alguien atribuyó acertadamente: “el que escruta elige” quienes escrutaban eran los mismos que habían nominado a los candidatos, los de arriba, los que detentan el poder político y económico. Hoy, los políticos que son afiliados a partidos políticos y también por caciques de provincias, compadres de todo el pueblo, con dinero suficiente como para pagarse la campaña, pero sin ninguna doctrina.  Entonces el brinco a otras tiendas políticas o al “independentismo” es su ley natural.  La gran disculpa a los electores que les eligieron, es que el cambio es la única manera de llegar con obras al pueblo explotado y necesitado.

El politólogo Pedro Martín Páez Bimos, señala que: “El político considera a su pueblo elector como una masa o un grupo de consumidores, siendo fundamental el aporte de la comunicación y el marketing político. He aquí que el “camisetazo” tenga cabida. La política de ideas claras -o no- es reemplazada por la figura o postura. El  elector vota por la persona y no por la organización política que la representa, demostrando la grave crisis institucional de las organizaciones, o por lo menos de la denominada “masa electoral”. En el corto período democrático que hemos tenido como país hemos podido observar cómo el “camisetazo” es una práctica que es casi normalizada y que la verdadera crítica poco a poco ha dejado de mencionarla”.  

La invitación es a toda la comunidad lojana para inventariar nuestra historia para constituirnos en autores y actores del desarrollo de nuestras vidas y de nuestros pueblos, reconocer que en lo político no hemos madurado, no hay una conciencia política, no estamos disciplinados para acoger una bandera de un partido político; y con ello damos carta abierta para que “otros” nos den pensando, nos den hablando, y así convertirnos en simples actores de lo que acontece en la Patria, mientras los autores son los de siempre. El cambio está en sus manos, ¿acepta el reto?, gracias. Así sea.