La crisis de la alimentación

Luis Pineda

Las diversas crisis que vive la humanidad en general y los ecuatorianos en particular, nos obligan a reflexionar de manera global, pero, al mismo tiempo, profundizar en las percepciones de las particularidades de la realidad local. Desde esa perspectiva, se han priorizado los análisis en relación con las crisis económicas y políticas, descuidando el ámbito social, particularmente los aspectos humanos como la alimentación, pese a que es básico para la vida.

A partir de la realidad de Brasil, Frei Betto, en su artículo “Combatir el hambre y el veneno en los alimentos”, nos aporta elementos que nos pueden ayudar a buscar soluciones a estas dos conflictivas realidades:

“La alimentación es el derecho humano número uno. En Brasil, 19 millones de personas (el 9% de la población) padecen hambre crónica, agravada por la pandemia, el desempleo, el aumento del precio de los alimentos (el más alto desde 2003) y, sobre todo, el desgobierno de Bolsonaro.

La inseguridad alimentaria moderada y severa afectaba al 21,5% de la población en 2004; al 10,3% en 2013; y en 2020 alcanzó el 20,5% (Rede Penssan – Red de Investigación Brasileña sobre Soberanía Alimentaria y Nutricional). En la actualidad, 116 millones de personas en Brasil sufren inseguridad alimentaria, es decir, no saben qué tendrán que comer al día siguiente o no tienen acceso a una dieta que contenga los nutrientes esenciales.

La dieta in natura es más cara que el consumo de productos ultraprocesados, cuyo mayor coste se deriva del envasado, el transporte y la publicidad. Los productos ultraprocesados se fabrican, no para alimentar, sino para fomentar el consumo excesivo. Los refrescos, por ejemplo, no están pensados para calmar la sed, sino para crear adicción en el consumidor. Favorecen la obesidad, la hipertensión y la diabetes. Y lo peor: aquí son alentados por el gobierno. Los refrescos fabricados en la Zona Franca de Manaos reciben subvenciones en forma de créditos fiscales.

En septiembre, el Idec (Instituto Brasilero de Defesa do Consumidor), denunció que el 59,3% de los productos ultraprocesados tienen residuos de pesticidas. Entre los 27 productos, más de la mitad contenían residuos de glifosato o glufosinato, dos herbicidas muy utilizados en los cultivos de soja, maíz y algodón. Según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, vinculada a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el glifosato provoca cáncer. Aparece en bocadillos, panecillos, galletas de agua y sal, galletas rellenas, cereales, pan de trigo y bebidas de soja, artículos muy consumidos por niños y adolescentes.

¿Qué hacer ante esta problemática?

Acción Colectiva Comida de Verdad, una red formada por 13 movimientos comprometidos con la promoción de la seguridad alimentaria, identifica 310 iniciativas de sistemas alimentarios inclusivos y sostenibles en Brasil, desde huertos comunitarios hasta cooperativas y campañas de financiación colectiva. De estos 310, el 58,9% se dedican a la comercialización, como las ferias agroecológicas y la distribución de cestas de agricultura familiar. Y el 31% son acciones solidarias destinadas a facilitar el acceso a los alimentos de los grupos vulnerables; y el 7,5% son el resultado de políticas públicas”.