Por: Sandra Beatriz Ludeña
Soy promotora de emprendimiento, defiendo la idea de que cada persona en la sociedad actual tiene que aprender a vender como una práctica de humanismo que rebase las fronteras del negocio, y convierta la relación comercial en un vínculo de complicidad y ayuda mutua de trabajo para conseguir objetivos de desarrollo común.
Los emprendedores de pequeños negocios no pueden competir con las grandes empresas, pues corren el riesgo de suprimirse del escenario comercial con mayor facilidad, pero eso no sucede si aprenden a crear ventajas competitivas.
Como analista del mercado, sé que la mayor ventaja competitiva que cualquier emprendedor puede tener es comprender al cliente. Para esto, hoy traigo algunas ideas:
Empiezo por pensar en cómo me gustaría que me traten, por ejemplo, ¿me gustaría que en la tienda el tendero busque los productos mejores para mí y con los más convenientes precios?
Si voy a comprar una herramienta de trabajo, me encantaría que la empresa me dé las mejores tasas de interés y los plazos extendidos, que existan meses de gracia en diciembre y enero, para dejarme holgura en temporadas especiales.
Si se me antoja comer pizza, me encantaría enviar un solo mensaje por teléfono a la pizzería, y que envíen mi pedido en el lugar donde estoy sin mucha tardanza, sino que el tiempo de espera sea el equivalente al que yo me demore en abrigarme para salir a la puerta a recibirlo.
Me encantaría que, en el mantenimiento de la herramienta de trabajo, la empresa que la vendió esté más atenta que mamá de párvulo, preguntando cómo opero los nuevos equipos; cuidándome de los errores fatales; ofreciéndome información sencilla. De ser posible que un amigo representante llegue a tomarse un café conmigo y evalúe el proceso, que me recete los repuestos a cambiar cada cierto tiempo y así, garantice la duración del equipo y el máximo rendimiento de mi inversión.
Me gustaría que me llamen de la empresa como una más de ellos, y que a partir de la compra sepa que pertenezco a esa comunidad, y así por siempre se creen lazos duraderos que permitan seguir haciendo negocios. Sobre la comunicación con los miembros de aquella empresa, que sea de amigos prestos para apoyarme. Y en este sentido pueda relacionarme con gente cercana en la que puedo confiar y acudir sin mayores preocupaciones.
Amo hacer negocios de esta manera, con personas que aman hacer cosas para mí. Los negocios ya no son una simple transacción comercial. Quien agrega valor a sus productos, tiempo, comprensión y ayuda, tiene la ventaja competitiva más poderosa. Por esto, los emprendimientos pequeños pueden competir mejor con estas ideas.
Ahora, enamorar, cautivar, encantar y fidelizar son palabras empresariales obligatorias para el emprendedor competitivo; ya no basta con satisfacer, hoy en día, hay que encantar.